La sabiduría de Buda para tomarte las cosas con calma
La fórmula de pensamiento más antigua del mundo para lograr la plena confianza en uno mismo.
Desde Japón, Ryushun Kusanagi propone un enfoque distinto al budismo, presentándolo como una forma de mejorar la vida, más que como una religión.
Kusanagi es un estudioso budista y autor superventas. Nacido en Nara en 1969, se trasladó a Tokio a los dieciséis años después de abandonar la escuela secundaria. Más tarde estudió de forma independiente y se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Tokio.
Después de trabajar y explorar formas de vida alternativas, viajó a la India a estudiar y se convirtió al budismo, ordenándose más tarde como monje. Ahora es conocido como «el monje más famoso de la Universidad de Tokio». Ahora lo invitan a menudo a dar conferencias y talleres en instituciones culturales, escuelas y empresas.
Textos de Ryushun Kusanagi. Selección y presentación: Jaume Rosselló. Agradecimientos: Paloma Cordón y Guillem Durán.

Una sencilla forma de pensar, capaz de disipar cualquier preocupación
«El punto de partida de cualquier preocupación es siempre una reacción emocional. La reacción emocional es el origen del sufrimiento. Por lo tanto, existe una forma fundamental de mitigarlo: evitar reacciones prescindibles».

COMPRENDER ANTES DE REACCIONAR
«Buda resume cómo solucionar los problemas y preocupaciones a través de cuatro sencillos procedimientos:
– Reconocer que la vida implica sufrir.
– Entender que el sufrimiento tiene una causa.
– Comprender que es posible superar el sufrimiento.
– Conocer la manera de eliminar el sufrimiento.
El pensamiento racional de Buda es una receta clara, similar a las de la medicina más avanzada, que consiste en observar la realidad, el origen de las preocupaciones, comprender sus causas y poner en práctica métodos para resolverlas».
«A estas dos prácticas, la verbalización de las emociones y la consciencia de las sensaciones, Buda las llamó en su día sati, que en el zen se denomina “atención plena” y, en meditación, hoy lo conocemos como mindfulness. Se trata de observar atentamente y ser consciente del estado emocional, para así evitar reacciones prescindibles, calmar la mente y lograr una relajación y concentración profundas».

NO JUZGAR LO BUENO Y LO MALO
«Los juicios que causan sufrimiento incluyen ideas de autoafirmación excesiva como que somos importantes, que tenemos la razón o que deberíamos estar por encima. En el budismo, esta mentalidad se llama “arrogancia”.
Aunque la arrogancia parezca ofrecer un momento de satisfacción y autoestima, la soberbia, presunción, orgullo y superioridad que acarrea acaban llevando a la insatisfacción y al fracaso por culpa de la vanidad, lo que repercute en nosotros negativamente».
«Los juicios son como un hábito de la mente. Hay mucha gente a la que le encanta comparar, evaluar y examinar todo tipo de cosas. Los rumores son toda una avalancha de juicios.
Si alguien piensa que juzga porque todo el mundo lo hace, acabará también cogiéndole el gusto. Sin embargo, hemos comprendido que esos juicios innecesarios son precisamente lo que genera el sufrimiento. Si realmente queremos reducir nuestras preocupaciones, debemos alejarnos de ellos. Otros quizá sigan juzgando, pero, como nosotros queremos dejar de sufrir, resolvemos dejar eso atrás».
«Según el budismo, los lugares donde nacen las sensaciones son cinco: los ojos, los oídos, la nariz, la boca y la piel. Seamos más conscientes que nunca de cada uno de ellos.
Por ejemplo, según la hora del día (por la mañana, al mediodía o por la noche), los colores del cielo, las luces de la ciudad, el verde de los árboles o el color del agua del río seguramente se ven distintos. Abramos los ojos y utilicemos la vista al máximo para observar cómo es el mundo en este preciso instante».
«Sentir la falta de confianza o de preparación son juicios innecesarios y erróneos. Si no se dan cuenta de eso, algunas personas podrían pensar que vale la pena esperar por falta de confianza, posponiendo así decisiones importantes. Otras pensarán que deben esforzarse aún más para ganar confianza, lo cual las llevará al límite. Incluso habrá quienes se fustiguen para lograr cierta calificación que les ayude a obtener confianza».

LAS EMOCIONES NEGATIVAS NO NOS RESTAN
«Si nos enfrentamos a una situación en la que tendemos a reaccionar, inspiremos profundamente, espiremos, concienciémonos y tratemos de comprender a la otra persona. Luego, usemos la otra mitad de nuestra mente para observar nuestras reacciones internas. (…)
Empleemos una mitad de la mente para comprender a la otra persona y la mitad restante para darnos cuenta de nuestras reacciones internas. Esta debería ser nuestra premisa al relacionarnos con los demás».
«Nada es más importante que la comprensión mutua de nuestras emociones, nuestra forma de pensar y nuestras ideas. Transmitir a la otra persona cómo nos sentimos o cómo pensamos y ser comprendidos. Ese debería ser nuestro objetivo. Si una persona ni escucha ni intenta comprender, quizás sea alguien con quien no vale la pena relacionarse. Una relación en la que una de las partes deba soportar un dolor unilateral no debería existir».

LIBERARSE DE LAS MIRADAS DE LOS DEMÁS
«A todos nos asalta alguna vez esa preocupación tan común de “¿Qué pensará esa persona de mí?”.
Pero preocuparnos por lo que los demás piensan de nosotros es agotador. Nos obliga a estar alerta e inquietos en todo momento. A veces la preocupación por lo que puedan pensar de nosotros nos lleva a sentir unos nervios y una presión que nos hacen fracasar en momentos importantes. Nos duelen los comentarios esporádicos y a veces con solo cruzar la mirada con alguien asumimos que se está riendo de nosotros. (…) “¿Qué pensarán de mí en el trabajo?”; “a lo mejor no les caigo bien”; “quizás después de lo que ha pasado ya no confían en mí”. Todas estas inseguridades son ilusiones o fantasías creadas por la obsesión por nuestro valor propio».
«¿Por qué tenemos la manía de compararnos siempre? Si leemos en una revista cuál es el salario medio de la gente de nuestra generación, podemos respirar aliviados o deprimirnos; podemos mirar las actividades que llevan a cabo otras personas en diversos campos y sentirnos en desventaja o agobiarnos.
Nuestra mente siempre mira hacia fuera para recopilar información sobre trabajo, estatus, ingresos, apariencia, carrera, reputación… y a partir de esa información calcula nuestra propia posición. ¿Qué clase de predisposición mental es esta? El objetivo de comparar es solo uno: quedarnos tranquilos sabiendo que tenemos la aprobación de los demás. Queremos pensar que no somos unos donnadies. Que valemos más que otros.
De eso podemos inferir que, si tenemos autoconfianza y no buscamos el reconocimiento de los demás, nuestra mente no necesitará comparar nada».

COMPETIR CORRECTAMENTE
«Estudiar sería un ejemplo claro de competencia artificial. De pequeños, la mayoría hemos vivido como, a medida que crecemos, empezamos a preocuparnos por nuestra valía. En secundaria y con la pubertad, nos obsesionamos de forma considerable con las notas académicas. A pesar de que la verdadera esencia de estudiar es desarrollar el intelecto, nos preocupa más el vaivén de calificaciones que pensar en otras cosas.
Los adultos (padres, maestros o profesores de academia) enseñan a los niños, con el fin de estimularlos, una manera de medir su valor: “Mira, estas son tus calificaciones, tu puesto en el ranking, tu índice de desviación”. De tal modo que los niños, que hasta entonces no pensaban en ello, aprenden a valorarse a través de calificaciones y comparaciones. Dado que desean el reconocimiento de los demás, razonan que deben mejorar sus notas para obtenerlo, por lo que hacen de eso su objetivo».
«Las personas acaban reaccionando ante el mundo exterior y activan el deseo de ganar, la vanidad y el orgullo. Buscan símbolos de victoria, como objetos, riqueza, reputación, experiencia académica, marcas, etcétera.
El anhelo de victoria no deja de estimularnos. Incluso cuando creemos haber ganado, seguimos sin estar del todo tranquilos, pues continuamos pensando que no queremos perder ante nadie, que queremos ganar aún más».
«Aprendamos de Buda las cuatro principales actitudes vitales o maneras de abordar el mundo, que son la compasión, la empatía, la alegría y el desapego.
– Compasión: el deseo de la felicidad del otro. No se trata de satisfacer nuestros propios deseos o intereses, sino de desear con sinceridad que la otra persona sea feliz.
– Empatía: la comprensión y sentimiento de pena o sufrimiento del otro. Se trata de empatizar con la tristeza del otro.
– Alegría: la comprensión y sentimiento de júbilo y felicidad del otro. Se trata de compartir la dicha de los demás.
– Desapego: la mentalidad de soltar, dejar ir, no reaccionar. También se conoce como “neutralidad”. Por ejemplo, el esfuerzo por darse cuenta del deseo o la ira y detenerse, evitando así reaccionar frente a ellos».
Fugas. «Una manera de no tener que huir de las reacciones es evitarlas de antemano al no encender la televisión ni usar internet a la mínima oportunidad.
En el budismo, a estas pequeñas reacciones se las llama “fugas”. Los pequeños agujeros de nuestra mente permiten fugas de reacciones que nos impiden concentrarnos en lo que realmente importa. A medida que estas pequeñas fugas se acumulan, nos alejamos cada vez más de la posibilidad de tener éxito».

UN PATRÓN DE PENSAMIENTO
«Tener un punto de apoyo en nuestro corazón y mirar en la dirección correcta. No hay nada más importante que establecer ese camino, esa forma de vida. “Solo necesitamos recorrer este camino para llegar a sentirnos satisfechos”».
«¿Por qué acaban dominándonos las preocupaciones? Es cierto que las cosas no siempre salen como prevemos. Hay personas difíciles y todos tenemos nuestras propias debilidades internas. Pero ¿por qué todo ello comporta sufrimiento? ¿No será porque tenemos una mente que siempre termina reaccionando? Tendemos a reaccionar y a enfadarnos, a dejar nos arrastrar por la avaricia y visualizar ilusiones ilógicas. Sin apenas darnos cuenta, acabamos sintiendo apego por toda clase de pensamientos y nos preocupamos por ellos. Tras ese apego hay una mente que tiende a reaccionar. En el budismo, hacemos referencia a esa clase de mente como avidya, en sánscrito: la ignorancia.
Observar las reacciones. Ser conscientes de ellas. Si no reaccionamos en vano, si somos capaces de eliminar las reacciones, podremos liberarnos del sufrimiento. Obviamente, surgirán problemas en el transcurso de nuestra vida, pero el sufrimiento habrá desaparecido. La comprensión y los pensamientos correctos de los que habla Buda son los que la posibilitan. Y ese es el tema de este libro».
* Por cortesía de Neko Books (ver reseña en págs.. 96-97)