Sebastian Kneipp, el divulgador de la hidroterapia

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El divulgador de la hidroterapia

Conocido y popular dentro de todo el mundo naturista hasta nuestros días, la figura del clérigo alemán supera a la de un importante impulsor de la hidroterapia y de las formas de vida natural, para convertirse en algo más que un gran terapeuta.

 

Textos: Jaume Rosselló, con informaciones del Dr. Frederic Vinyes (médico naturista).

Anton Sebastián Kneipp (1821-1897) encarna en pleno siglo XIX lo que en el mundo antiguo se daba por supuesto: el médico del cuerpo y guía espiritual en una misma persona. Kneipp fue un hombre humilde y grande de corazón que atendía miles de enfermos de toda Europa. Era el cuarto hijo de una humilde familia de tejedores en Stephansried (Suabia, Alemania) y ya de pequeño quería estudiar y ser clérigo, pero la situación económica de sus padres no podía permitírselo, y tuvo que trabajar duramente, aceptando los más diversos oficios para poder pagar sus estudios.

A los 21 años, el pobre y enfermo Sebastián Kneipp perdió todo el dinero que había ahorrado al incendiarse la casa de sus padres; pero un pariente suyo, el capellán M. Merkle, lo ayudó hasta ser admitido en el instituto. Durante esa época, sea por el sobreesfuerzo a que se vio sometido o por la pobre alimentación que con sus escasos medios económicos podía conseguir, volvió a recaer de una mal curada tuberculosis. Era su último año como alumno del instituto y su enfermedad estaba tan avanzada que a los 28 años el médico lo declaró incurable. Fueen esta é0poca cuando hizo el pequeño descubrimiento que cambió su vida.

De los baños en el Danubio a la regadera

En la biblioteca de la Universidad de Munich encontró un librito, »Unterricht von der Kraft und Würkung des frischen Wassers in die Leiber der Menschen» («Enseñanza sobre la fuerza y acción del agua fría sobre el cuerpo humano») del médico e hidroterapeuta J. S. Hahn (1696-1773). Allí descubrió cómo mediante el empleo adecuado del agua se podía combatir incluso la tuberculosis. Siguió rigurosamente el tratamiento indicado (fricciones y lavados diarios con agua fría, y baños completos, en agua fría también, cada dos días, además de beber varios litros de agua al día, para movilizar y arrastrar los productos patológicos resultantes de la enfermedad).

Con la piel todavía húmeda se vestía rápidamente y practicaba vigorosos ejercicios físicos hasta entrar en calor. Progresivamente su salud se fue fortaleciendo y con ella su estado de ánimo.

Logró una beca de estudios en Munich, pero allí no le era posible seguir con los baños al aire libre y se tuvo que ayudar como pudo con una regadera junto a la pila de agua del patio. Todo ello lo hacía de forma furtiva, por las noches, para no despertar curiosidad ni suspicacia. Así aprendió de modo preciso y en su propio cuerpo una de las técnicas que lo harían popular: el empleo de chorros parciales y totales como medidas terapéuticas. Se considera el año 1850 como el del nacimiento de popularísima  «Kneipp-Kur» (“Cura-Kneipp»).

A escondidas

El resultado de un examen médico de esa época concluyó que sus pulmones estaban completamente sanos. Entre sus compañeros de estudios del seminario había algunos que también eran tuberculosos y que confiaron en él, así que sigilosamente, por las noches, eran sometidos a un concienzudo «riego» con agua fría por el hermano Sebastián…

El éxito no se hizo esperar. Kneipp se puso entonces a estudiar antiguos libros y escritos sobre el tratamiento con el agua, incluidos los informes de Priessnitz. Perfeccionó sus métodos y, ya de sacerdote, era querido y respetado en toda la región; además de  visitar a los enfermos, les ayudaba también con sus conocimientos prácticos sobre la fuerza curativa del agua.

Procesado por “falta de respeto a la profesión médica”

Entre sus innumerables actividades llegó a curar a una sirvienta que padecía ictericia, y a una campesina que, a causa de una pertinaz ciática, no podía levantarse. En ambos casos, el Dr. Mannheimer (médico la zona) había fracasado y, en vez de felicitar a Kneipp, lo demandó judicialmente por »práctica de curanderismo en menoscabo del respeto que merece el arte de la medicina». Su “delito” había sido la prescripción de baños y lavados a la joven.

Al final, el «curandero» Kneipp fue condenado a pagar tan sólo dos florines por el juez, que seguía un plan de cura prescrito por el propio Kneipp, pero se le hizo prometer que en el futuro abandonaría sus actividades médicas. A partir de entonces (1854), y doliéndole en el alma, dejó de tratar enfermos.

La epidemia de cólera

Ese mismo año se declaró en Munich una epidemia de cólera. La ciencia médica se mostró tan impotente entonces como 18 años antes con una epidemia anterior. Se propagó a otras ciudades y alcanzó también la pequeña comunidad de Boos, donde Sebastián Kneipp ejercía su cargo de capellán. Se informó sobre cómo podía ayudar a las personas afectadas de tan dramática enfermedad (mediante hidroterapia, Priessnitz había tratado con éxito casos de cólera unos años antes). Y, a pesar de haber dado su palabra de no intervenir más con sus prácticas médicas de hidroterapia, azuzado por las peticiones de ayuda de sus feligreses enfermos, se decidió a actuar.

Todos los enfermos de cólera de la localidad curaron.

Sin emplear un solo medicamento.

 

Caminar descalzo

Las autoridades no actuaron contra él, pero el obispado lo trasladó al año siguiente a Worishofen, como director espiritual de un convento de dominicas, con la esperanza de que allí cesaría con sus actividades médicas con el agua.

Cuando sus ocupaciones se lo permitían, Kneipp daba ejemplo andando descalzo por el prado y un arroyo cercano, una conducta chocante para la época, y a la que los visitantes eran invitados, por muy altos dignatarios que fueran.

Kneipp continuó sus estudios sobre hidroterapia en libros antiguos y a menudo practicaba sobre sí mismo. Su experiencia crecía en paralelo a sus conocimientos sobre las plantas medicinales de la región. En el convento fundaron una botica para distribuir las plantas medicinales recolectadas, y consta que con ellas, su hidroterapia y su bondad logró curaciones realmente difíciles (parálisis, hemiplejías, lupus, cataratas, etc.).

Entre sus pacientes figuraban ya no sólo la gente sencilla del pueblo, sino también clérigos y médicos. En 1866 volvió a ser reiteradamente demandado por práctica ilegal de la medicina (curanderismo), aunque a partir de entonces fue siempre absuelto. Los médicos demandantes, envidiosos de sus éxitos, instigaron a un eminente clínico de Munich, el profesor Ziemssen, que llegó a escribir: »Lamentamos profundamente que existan médicos que se hayan rebajado tanto como para convertirse en cómplices del curanderismo de Kneipp. A estos medicastros habría que expulsarlos y apartarlos del umbral de la santa ciencia».

A pesar de estas críticas y otros actos hostiles, el número de enfermos que acudían a visitarse por el popular reverendo Kneipp llegó a ser tan enorme que en Worishofen no se daba abasto con la avalancha de visitantes, a pesar de los hoteles y casas de huéspedes que a toda prisa se empezaron a construir.

El agua que cura

Kneipp consideraba que la mayoría de las enfermedades eran debidas a la presencia de sustancias patógenas en la sangre (toxinas, escorias, residuos metabólicos, etc.) o a una mala circulación. Y que ante ello se podían emplear con éxito aplicaciones de agua para movilizar y favorecer la eliminación de toxinas, reforzar la actividad del metabolismo y de los órganos, y a la vez la regulación y adaptación del sistema circulatorio a las condiciones ambientales, externas e internas.

Entre sus aplicaciones hidroterápicas más empleadas están los chorros de agua, los baños fríos y calientes (parciales o totales), a los que añadía ocasionalmente plantas medicinales, así como baños de vapor, lavados de agua fría, envolturas, así como el andar descalzo sobre la hierba húmeda o chapoteando en un riachuelo.

Sus profundos conocimientos prácticos le llevaron a la conclusión de que, a pesar de los fantásticos resultados obtenidos con el agua, no había que abusar tampoco de ella, y que cuanto más suave y adecuada fuera su aplicación, tanto mejor y más eficaz era el resultado.

 

 

La cura Kneipp

Kneipp considera que las enfermedades aparecen en las personas cuando su fuerza natural es minada por una alimentación inadecuada y un modo de vida antinatural. Consideraba que el origen de las patologías era la mala circulación de la sangre o la presencia de sustancias patógenas en la misma, como las toxinas, las escorias o los residuos metabólicos, entre otros.

Sus métodos, conocidos aún hoy como la «cura Kneipp», incluían baños completos y parciales de agua fría y caliente, fricciones en seco hasta enrojecer la piel y chorros de agua; además, lo completaba con ejercicio físico, hierbas medicinales y una dieta saludable.

Kneipp volvió a popularizar la hidroterapia, preconizó con gran dedicación la vida sencilla y añadió a las prácticas naturistas conocidas el empleo del barro y, sobre todo, de las plantas medicinales.

El valor de su aportación es que él consideraba que para curar bastaba con las aplicaciones sólo de corrientes de calor-frío. Estos contrastes, según observó, provocaban reacciones dentro del organismo que llevaban al paciente hacia un estado de curación.

Comprobó en sí mismo cómo este cambio térmico gradual actuaba de vasoconstricción y vaso- dilatación, beneficiando al corazón y a todo el sistema nervioso.

Plantas medicinales y arcilla

Otro de los grandes méritos que cabe atribuir a Sebastián Kneipp es el haber combinado de forma maestra la práctica de la hidroterapia con el empleo de plantas medicinales, tanto en infusiones (vía interna) como en forma de aditivos para baños y compresas (vía externa). Entre estos últimos hay que destacar de forma notoria el empleo de las semillas y flores del heno que se desprenden y quedan en el suelo de los heniles. El empleo del famoso «saquito de heno» fue perfeccionado por sus discípulos y sucesores, y hoy goza de una gran popularidad en el tratamiento natural de muchos trastornos (reumatismo, cólicos, etc.).

Como buen hidroterapeuta puso siempre gran cuidado en no emplear de buenas a primeras agua fría ante pacientes que no hubieran entrado previamente en calor, fuera a base de ejercicios físicos, aplicaciones de agua caliente o aprovechando el calor de la cama.

Junto con Felke y Just hay que considerar también a Sebastián Kneipp como el redescubridor del empleo del barro con fines terapéuticos.

Fue siempre partidario de que había que llevar una vida lo más natural posible, y sobre muchos de los productos elaborados por la industria químico farmacéutica sostenía que: »Tapan el orificio de salida de la ratonera y dejan el ratón dentro», queriendo indicar que borran los síntomas externos de la enfermedad, pero que ésta permanece igual.

Previno contra al empleo indiscriminado de medicamentos antitérmicos (febrífugos), sosteniendo que «hay que dejar que la fiebre evolucione e incluso resulta muchas veces conveniente favorecer este proceso para que se desarrolle lo más rápidamente posible».

Su conocida frase de que: »la mayoría de la gente cava su propia tumba con cuchillo y tenedor» debería ser tenida bien en cuenta por quienes sólo siguen sus curas hidroterápicas.

Kneipp dejó numerosos escritos, así como 19 libros, entre los que cabría destacar su obra principal: «Meine Wasserkur» («Mi cura por el agua»), traducida a infinidad de idiomas.

Comentario final

Su sencillez, origen campesino y clara franqueza hicieron que algunas personas lo etiquetaran de persona tosca y sin modales. Sus denuncias contra las costumbres y modas antinaturales de la época, así como el decir las cosas por su nombre, sin desvirtuar las causas reales y de los males que aquejaban a los pacientes, serían comprensibles en una persona que por su gran amor a sus semejantes nunca se dejó dominar por los convencionalismos sociales, si estos atentaban en contra de la dignidad moral o la salud del ser humano.

Por ejemplo, su obra «So sollt Ihr le ben» («Así debéis vivir»)es un libro lleno de sencilla sabiduría popular dedicado a la humanidad enferma. Al igual que los antiguos escritos hipocráticos se trata, en el fondo, de una apelación al sentido común. Resulta asombroso cómo estas simples verdades han de ser repetidas periódicamente a las nuevas generaciones. Los temas que trata no son otros que los que ponen de manifiesto los beneficios de la luz, el aire, el sol, la regulación adecuada entre frío y calor en el vestido, la vivienda, el lugar de trabajo, el equilibrio entre trabajo y tiempo libre, la responsabilidad de padres, hijos y sociedad, el tema de la alimentación, y la obligación de que comunidades como el estado o la familia practiquen una política humanitaria.

 

Dedicado alDr. Honorio Gimeno (1907-1991), médico naturista y gran divulgador de la obra de Kneipp.

 

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