Psicobiótica

Una revolución para la salud cada vez más cerca

Muchas de las dolencias físicas del mundo moderno, desde molestias simples hasta enfermedades crónicas se relacionan con la flora intestinal. Hoy sabemos que, gracias a la relación dinámica entre nuestro tubo digestivo y nuestro cerebro, una microbiota indispuesta puede provocar trastornos mentales como la depresión y la ansiedad. Ha nacido así una nueva especialidad: la psicobiótica*.

Textos: Jaume Rosselló (selección y presentación).

En estos casos de ansiedad y depresión ¿pueden ser útiles los prebióticos y los probióticos? Naturalmente: muchos alimentos y suplementos actúan como psicobióticos naturales. Dicho de otra forma: al sanar nuestros intestinos, no solo fortalecen el sistema inmunitario, sino que transforman también nuestro estado emocional.

Maravillas microbióticas

La ciencia de la conexión tubo digestivo-cerebro suele ser contraria al sentido común y está llena de sorpresas. Sin embargo, existen docenas de conexiones tubo digestivo-cerebro completamente inesperadas. Por ejemplo:

■ Los bebés necesitan las bacterias del tubo digestivo para desarrollarse adecuadamente. Estudios en los que se cría a ratoncillos en un ambiente libre de gérmenes han demostrado que son más ansiosos y presentan determinados déficits cognitivos.
Para desarrollar las conexiones adecuadas, el cerebro necesita microbios intestinales para estar sano y equilibrado, y esto ha de establecerse en fecha temprana. Si se proporcionan demasiado tarde, los microbios no pueden invertir el efecto.

■ Nuestro tubo digestivo puede actuar como una fábrica de cerveza y dejarnos borrachos. Durante mucho tiempo, pareció algo increíble. De hecho, se sospechaba que las víctimas bebían alcohol a escondidas.
Finalmente, los científicos encontraron levaduras que podían crecer en el intestino delgado y producir suficiente alcohol para dejar piripis a los pacientes. Esta fue una conexión tubo digestivo-cerebro inesperada que se curó con antifúngicos y que puso fin a una resaca continua.

■ Hay bacterias que viven dentro de los tejidos de nuestras hortalizas. Lavarlas solo deja limpia la superficie. Por fortuna, en su mayoría, estos microbios parecen benignos o incluso beneficiosos, pero esto solo plantea una pregunta para el movimiento que aboga por la ingesta de los alimentos crudos: ¿cómo afectan estos microbios a nuestra mente?

■ Hay microbios increíbles que hacen que los animales hagan cosas que son peligrosas o incluso letales. Un microbio del género Toxoplasma puede hacer que los ratones se sientan excitados por la orina de gato. Es una estrategia vital tremenda para el ratón, que funciona bien para los microbios: con este repugnante truco mental, conseguirán encontrar, de manera inevitable, su camino hasta el interior de un gato. Una vez allí, el toxoplasma puede completar su perverso ciclo biológico.

■ Solo el 1% de nuestros genes son humanos, y son relativamente estables. Sin embargo, nuestros genes microbianos (el otro 99%) se hallan en un flujo constante. Si se mide en función de nuestros genes, somos un organismo diferente cada mañana.

■ ¿Acaso nuestra civilización está construida en realidad para beneficio de los microbios? La gente feliz tiende a ser más social, y cuanto más sociales seamos, más probabilidades tienen nuestros microbios de intercambiarse y propagarse.

¿Cómo es posible que unos simples microbios realicen tan impresionantes hazañas? Puede tener algo que ver con el hecho sorprendente de que estos modestos organismos hablan el mismo lenguaje que nuestras células cerebrales, enormemente evolucionadas.

Hoy se sabe que muchas bacterias son capaces de producir algunos de los neurotransmisores más importantes del cerebro humano, como serotonina, dopamina y ácido gamma-aminobutírico. Dichos neurotransmisores bacterianos van directamente al cerebro humano y son capaces de producir sustancias que impactan sobre nuestra función cerebral a través del nervio vago, que conecta directamente con el cerebro.

La buena salud depende de biofilms saludables

¿Qué son los biofilms? Son comunidades de microorganismos que crecen adheridos a una superficie inerte o un tejido vivo. El crecimiento en biofilms representa la forma habitual de crecimiento de las bacterias en la naturaleza.

Cuando subestimamos a estos diminutos organismos, corremos un riesgo. De hecho, las denominadas bacterias unicelulares pueden formar grandes complejos parecidos a ciudades, compuestos por varias especies diferentes que viven armoniosamente en un biofilm.

Parece exótico, pero pisamos biofilms cada vez que caminamos sobre una roca cubierta de líquenes. Los biofilms que hay en y sobre nuestro cuerpo están emparentados con los líquenes y comparten sus características de resiliencia y solidaridad. Los biofilms son maravillosamente complejos. Poseen poros para bombear nutrientes, que actúan como un sistema circulatorio básico. Mantienen un revestimiento protector (una piel primitiva) que conserva el agua en su interior. Las diversas especies se comunican entre sí, empleando moléculas que emiten señales, entre ellas neurotransmisores. Concentran enzimas digestivos, creando así un sistema alimentario rudimentario.

Por todas partes

En este punto, los microbios ya no son en realidad unicelulares: se han convertido esencialmente en un organismo multicelular y resistente. Estos biofilms se encuentran por todas partes, desde nuestra boca a nuestro ano. En la boca los conocemos como placa. En nuestro intestino, un biofilm patógeno podría hallarse detrás de la enfermedad de Crohn.

Los biofilms son inevitables. Por suerte, podemos hacer que trabajen para nosotros. Por ejemplo, podemos extender un biofilm por el tubo digestivo que sea un defensor nuestro de lo más fiel, un firme adversario de los patógenos. Adecuadamente establecido, un biofilm compatible puede llevarnos a toda una vida de felicidad gastronómica, aligerada de la inflamación y de sus compañeros frecuentes, la depresión y la ansiedad.

Microbiota desequilibrada

La microbiota desequilibrada provoca una respuesta inmune, denominada disbiótica. Puede provocar inflamación, que contribuye de manera significativa a la depresión y la ansiedad. Todavía peor: es un predictor importante del deterioro mental, lo que hace que la disbiosis sea fundamental para todos, con independencia del estado de ánimo. La depresión se asocia con la atrofia cerebral.

De modo que nuestra depresión no solo nos complica la vida hoy, sino que puede tener efectos peores a largo plazo. Pero podemos reducir la inflamación en el tubo digestivo como manera de recuperar la salud, tanto física como mental.

¿Cómo sabemos que los microbios pueden controlar el estado de ánimo?

Buena parte de este conocimiento procede de estudios con animales. Y, a medida que empiezan a realizarse estudios en humanos, muchos de los hallazgos en animales se confirman. En el laboratorio, Scott Anderson demostró que se puede transferir «la melancolía» con microbios intestinales: «Transferimos materia fecal procedente de pacientes humanos con fuerte depresión a ratas y constatamos que estas, a diferencia de las ratas de control, también se deprimían.

El estado de ánimo no solo era transferible mediante microbios fecales, sino desde humanos a ratas, lo que demostraba que los efectos psicobióticos son, en cierta medida, independientes de las especies. Esto sugiere que una determinada microbiota puede afectar a los estados de ánimo. De modo que, si el lector ha de recibir un trasplante fecal, además de hacer que diagnostiquen al donante por si tiene alguna enfermedad infecciosa, podría querer obtener un buen perfil psicológico de este, por si acaso.»

En otro estudio con hombres adultos sanos, los resultados tuvieron algunos efectos inesperados en relación con la mente. «Administramos a sujetos macho algunas bacterias psicobióticas, y se volvieron menos ansiosos. El efecto fue lo bastante grande para que percibieran menos estrés. A estos hombres sanos se les sometió también a un test de inteligencia. Encontramos una mejora significativa desde el punto de vista estadístico en la función cognitiva, en particular en la memoria. Se trataba de un estudio en el que conseguimos encontrar en los humanos exactamente lo mismo que habíamos encontrado en animales.»

Nadie espera que todos los estudios en ratones se apliquen directamente a los humanos. Hay muchas diferencias, aunque a una gran mayoría les guste el queso. Algunas bacterias comunes en los ratones rara vez se ven en los humanos, y viceversa. Sin embargo, al menos como prueba de principio, la conexión es prometedora.

Dichos estudios demostraron algo más: los psicobióticos pueden mejorar la cognición incluso en adultos sanos. Es decir, no solo hay esperanza para personas con depresión severa o con ansiedad, sino también a quienes padecen diversas enfermedades debilitantes. De hecho, a todo aquel que quiera mejorar su bienestar y salud mental.

El relato de cómo los microbios interactúan con nuestra mente es, simple y llanamente, asombroso: «Cuando suministramos psicobióticos a ratones, estos se volvieron mucho más tranquilos. Se comportaban como si hubieran tomado Valium o Prozac. Observamos su cerebro y había cambios generalizados. La pregunta es: ¿cómo? ¿Cómo pueden comunicarse con nuestro cerebro las bacterias de nuestro tubo digestivo?»

Las respuestas no son evidentes; no se puede dar probióticos y esperar magia, así, sin más. En la actualidad hay muchos productos en el mercado que prometen ayudarnos a conseguir un tubo digestivo sano, pero la investigación no ha demostrado que todos ellos sean efectivos. Podemos volver a tener el control de nuestro cuerpo con una dieta simple, totalmente natural, y con alimentos y suplementos microbianos. Resulta sorprendente que para muchas personas estos cambios puedan ser tan poderosos como los que se consigue con medicación.

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