¿Por qué adoptar una alimentación basada en plantas?

Seguramente porque el flujo de la evolución de la consciencia colectiva no se puede detener y es justamente el upgrade que como raza civilizada se espera de la humanidad.

Textos: Patricia Restrepo

Directora del Instituto Macrobiótico de España y consultora macrobiótica

Alimentación basada en plantas / Comida vegana

Pero no nos mintamos, la viralización del “veganismo” podría obedecer a otros intereses. Aunque desde luego con consecuencias que suman, mientras sepamos diferenciar entre una alimentación basada en plantas, y una alimentación vegana basada en comestibles tóxicos.

Cuando despertamos en nuestro ser la sabiduría celular, emocional, mental y energética que nos lleva a sensibilizarnos con el respeto por el resto de seres con los que compartimos la vida en la Tierra suspendemos totalmente el abuso y consumo de nuestros hermanos los animales, Esta comprensión profunda lleva fuera de nuestros anhelos la idea de evocarlos en forma de hamburguesas, salchichas o filetes.

Más allá de “Beyond Meat”

Pero es tal la confusión creada por el marketing y nuestro deseo de comer una comida sana y respetuosa, que caemos en manos de una industria despiadada, más despiadada aún que la de la carne, porque nos miente y juega con nuestra ideología y libertad.

Evidentemente quienes han animado a esta conversión masiva lo han hecho con intereses maquiavélicos, pensando en grandes dividendos y control. Disculpar mis palabras tan directas y poco amables, pero estoy impactada por la increíble proliferación, y aceptación sin resistencia, de la industria seductora de Bill Gates y Jeff Bezos encabezada por Beyond Meat e Impossible Foods.

Las “hamburguesas Beyond” son un comestible a camino entre un elient, una mutación y un dispositivo biónico. Seguramente no sabrás que el sabor tan similar que tienen a carne se debe a que son hechas en laboratorio a partir de células madre de reses, es decir, que ni siquiera son “veganas”. Téngase en cuenta que las personas que no comen animales comen en cambio todos los comestibles que la millonaria industria de los tecnócratas han creado para someter a un público dispuesto a una transformación.

Toda esta industria millonaria y de control –aunque se haga llamar “vegana”– está muy lejos de ser una alimentación inteligente para humanos, pues en su mayoría son comestibles fabricados con mezclas de laboratorio. Una profanación de nuestras legumbres, un insulto a la tierra, un desprecio al ser humano, una falacia que rápidamente está mostrando graves problemas en la nutrición y en el comportamiento de sus consumidores.

Respetar la salud

Hasta en el pasado más reciente no sólo se comía carne; en el día a día se comía una gran cantidad de legumbres, semillas, granos enteros de cereales, verduras de estación, verduras en forma de encurtidos, y algunas frutas si el clima lo permitía.

El consumo de carne roja o el pollo no eran desmedidos, ni el eje central de las comidas, tampoco lo eran los batidos de verduras o las ensaladas crudas.

Pero el abuso mecánico viciado nos ha llevado al desequilibrio casi irreversible. La salud, especialmente la mental, emocional y la física de los seres humanos se ha degradado, mostrándonos como reflejo la enfermedad del planeta. Estamos a las puertas de otra destrucción, paradójicamente por creer en una alimentación que, aunque aparentemente no mata animales, no es respetuosa con la salud humana. No estoy en contra del veganismo*, nada más lejos de esto. Pero sí que promuevo una alimentación que respete a los animales y a las personas, ¡especialmente a las que respetan los animales!

(N.del E: prácticamente todos los meses publicamos noticias e informaciones veganas en Integral, cuyo sentido compartimos y seguimos. La revista nació vegetariana en 1978, cuando las alternativas vegetales a la carne apenas existían. Por eso los lácteos han tenido su papel durante todos estos años).

Un poco de anatomía. De la boca al hígado.

Dijo Cuvier, conocido naturista francés:

“Toda la estructura del cuerpo humano, hasta las más insignificantes particularidades, se ajusta a la alimentación vegetariana.”

Analizando la estructura ósea del ser humano omnívoro, de los animales herbívoros y los animales carnívoros, entendemos adecuadamente el tipo de alimentación que pertenece a cada uno de ellos. Los maxilares, sus formas, sus articulaciones y masticación demuestran que la mandíbula de los animales carnívoros está preparada para desgarrar y masticar la carne, mientras que la mandíbula de los humanos no posee esta característica.

De las 32 piezas que tenemos los humanos en la boca, 20 son molares y premolares para moler el cereal, 8 incisivos para rasgar verduras y apenas 4 caninos que ni siquiera son puntiagudos.

El estudio de la boca, del estómago y del hígado a la luz de la anatomía y la fisiología comprueban que la dentadura del hombre está preparada para el consumo de vegetales y cereales. Los mofletes, nos muestran claramente cómo fuimos diseñados para masticar y nuestro sistema digestivo no está preparado para una normal digestión de la carne.

Cuando comemos carne, el organismo utiliza recursos valiosos propios para poder alcalinizar el cuerpo que entra en un rápido estado de acidez y toxicidad, utilizando, calcio, hierro, magnesio, entre otros minerales alcalinos.

Si esta acción se repite diariamente terminamos con las reservas alcalinas y el organismo entra en crisis.

Los animales tienen una temperatura superior a los 36º. Cuando comemos carne, esta grasa se enfría o coagula dando como resultado el colesterol y las correspondientes enfermedades cardiovasculares.

Muchas de las heces que se pudren en los intestinos, dan lugar a heridas y acumulaciones propicias para crear el cáncer, entre otras enfermedades leves o degenerativas.

Los animales carnívoros, como el perro, por ejemplo, poseen un hígado mucho mayor, en relación a su cuerpo, que el hígado del ser humano.

Intestinos, garras

Otra adaptación necesaria para una alimentación cárnica, que el hombre no posee, es la extensión respectiva de los intestinos, la cual, según demostró Metchnikoff, es corta en los carnívoros en relación a la longitud del cuerpo y mucho más larga en los animales que se alimentan de hierbas, y siendo medianamente larga en los seres omnívoros, como es el caso de los seres humanos.

Los intestinos cortos de los carnívoros constituyen una protección parcial contra la absorción de toxinas de los residuos alimenticios putrefactos.

En los humanos

En el caso de los omnívoros, una longitud mayor de su intestino facilita una mejor absorción de nutrientes en los intestinos delgado y grueso.

El ser humano omnívoro no tiene garras, transpira por millones de poros en la piel, suda mucho, los dientes frontales no tienen filo ni son puntiagudos, los morales son chatos para moler el alimento, las glándulas salivares, están bien desarrolladas para digerir las frutas y verduras, la saliva es abundante y alcalina, conteniendo ptialina para ayudar en la digestión de los cereales, que no se pudren en los intestinos, sino que se fermentan.

El ácido clorhídrico de su estómago es veinte veces menos concentrado que el de los carnívoros, mastica como parte de su proceso de digestión y su intestino grueso es diez veces más largo que la medida de su cuerpo. Su materia fecal es voluminosa, evacua entre 6 y 8 horas después de comer. El organismo humano no tiene tolerancia al ácido úrico y a la urea.

En los carnívoros

El animal carnívoro tiene garras, no tiene poros en la piel, transpira por la lengua para refrescar la piel, no suda.

Los dientes frontales son afilados y puntiagudos, para desgarrar la carne, no tiene molares lisos, la apertura de la boca es muy grande, tiene glándulas salivares pequeñas, suficientes para su tipo de alimentación, tiene saliva muy ácida y no posee ptialina. Su estómago segrega ácido clorhídrico que es muy concentrado para digerir cartílagos, músculos, nervios, etc.

No mastica, devora en pedazos. Su intestino mide de 90 centímetros a 3 metros, para facilitar la evacuación de la carne que se descompone rápidamente. La materia fecal es dura, oscura, escasa y muy fétida, evacúa entre 2 ó 4 horas después de comer. Tiene mucha tolerancia al acido úrico y a la urea.

El sentido de la vida, en el olvido

Con una mirada retrospectiva sociológica y antropológica, descubriremos que el consumo de carne por el ser humano en sus orígenes se hizo con un profundo sentido del respeto. La sabiduría de los aborígenes y tribus ancestrales en su relación con el medio ambiente reconocía que al matar y comer un ser viviente, se absorbía el espíritu y cualidades energéticas del animal, lo que ellos llamaban “tótem”, de ahí los nombres de “Gran ciervo”, o “Toro sentado”, entre otros.

Si tuviéramos en cuenta esta verdad universal que dice “somos lo que comemos” y lo es en el aspecto espiritual, físico, emocional y nutricional, nos lo pensaríamos más de tres veces, antes de comer cualquier tipo de carne en los tiempos actuales.

Cerdos, reses, conejos y aves, de granjas industriales o ecológicas, al fin y al cabo son carne de animales en cautiverio, muchas veces esclavizados, presas del dolor y sin libertad, alimentados en el mejor de los casos con piensos orgánicos de forma sistemática o pastando en espacios cercados, pero que intuyen su muerte con pánico liberando en sus microscópicas células en el momento de la muerte sustancias tóxicas como la putrescina, cadaverina, ácido úrico y adrenalina —por el miedo y aversión a su intuida y prematura muerte—.

En las granjas industriales de hoy en día, los hacinados animales tienen cualquier cosa menos una vida digna y noble. Es innoble de los humanos que persista esta situación. El dinero y las leyes deberían reducir el holocausto y la locura.

En España hasta la década de 1940 aproximadamente, el consumo de carne tenía un ritmo orgánico, la matanza creaba un orden, la carne se consumía en pequeñas cantidades dosificada para todo el invierno y daba de comer a una o varias familias. De nuevo el respeto y el sentido común creaba un equilibrio.

Pero poco a poco el consumo desaforado dio lugar a una presencia generalizada de enfermedades de los reyes (gota, bursitis, ácido úrico, colesterolemia), y otras (sobrepeso, obesidad, diabetes, trastornos cardiovasculares) que hoy afectan a 8 de cada 10 personas), sin contar con que el consumo de carne sea una de las primeras causas de desequilibrio medioambiental.

Un reciente informe de las Naciones Unidas titulado “La larga sombra del ganado” llegó a la conclusión de que comer carne es “uno de los dos o tres factores que más contribuyen a los problemas ambientales graves, a todas las escalas, desde la local a la global”.

Vivimos un momento crítico, donde es necesaria una transformación personal, social y medioambiental y volver a la conciencia de que todo está interconectado.

«Mientras existan mataderos…»

Efectos de la carne, según la macrobiótica

“Mientras existan mataderos habrán campos de batalla” (Leon Tolstoi).

Según Michio Kushi, la carne imprime una energía fuerte y densa, produciendo una energía yang extrema que se mueve hacia abajo e internamente en el cuerpo, mientras que las grasas del colesterol, los factores más yin se dirigen y acumulan hacia la periferia del cuerpo o al flujo sanguíneo.

La carne produce en general dureza, densidad, rigidez, estrechez. La carne de res, tan consumida por la sociedad moderna, crea una piel gruesa, correosa, una expresión violenta, mentalidad y conductas agresivas similares a las de un toro. La carne de cerdo produce una energía fuerte y agresiva, en especial en las piernas y partes bajas del cuerpo. Comúnmente resultan actitudes alevosas, desaliño y otras actitudes porcinas.

La carne de cordero crea una energía más dócil, pero también promueve una naturaleza un tanto plañidera, conformista y ovejuna. La carne de pollo, agobia, ciñe y endurece el cuerpo, en especial los músculos, huesos y nervios. La parte alta de la espalda tiende a redondearse, los hombros se endurecen, mientras que su grasa se concentra alrededor de la garganta y cuello, causando probables problemas tiroideos, también problemas articulares que pueden llevar a la artritis. Un parpadeo excesivo, tics, crispaciones y otros movimientos espasmódicos acompañan frecuentemente el consumo prolongado de pollo.

Disruptores endocrinos

Por contrapartida, si analizamos el consumo de comestibles, alimentos muertos que han perdido la capacidad de germinar, azucarados y sobre todo saturados de disruptores endocrinos, encontrados en la gran mayoría de alimentos veganos, veremos que también son sustancias que atentan contra la vida y el despertar de la consciencia.

Los disruptores endocrinos no son hormonas, y en algunos casos ni siquiera se les parecen en estructura química, pero pueden suplantarlas una vez dentro de nuestro organismo y alterar procesos fisiológicos con resultados anómalos a largo plazo.

Se cita como ejemplo la precocidad menstrual en las adolescentes por culpa del consumo de leche industrial, que contiene una elevada carga hormonal. Se cree que las hormonas de la leche han adelantado la regla a las niñas.

Existen muchos otros casos no tan evidentes, pero posiblemente más graves a largo plazo, como la incidencia de determinados disruptores en el cáncer de mama y de próstata, en la pérdida de fertilidad, en determinados daños cerebrales —se estudia su relación con el Alzheimer— en la obesidad o incluso en la diabetes, puesto que ciertos disruptores podrían estresar al páncreas dando señales falsas para fabricar insulina.

Pero lo más preocupante de estas sustancias capaces de alterar el equilibrio hormonal de nuestro cuerpo es su procedencia y la vía por la que nos llegan. La mayoría de ellas, aunque no todas, pasan a los seres vivos por la ingestión de alimento acumulándose en la grasa y órganos blandos.

A todo este desastre le podemos añadir el peligro de la nano industria alimentaria una aterradora realidad silenciosa de la que poco se habla y que tiene como finalidad la adicción y el control de quien la consume.

Buenas noticias

No todo son malas noticias: una alimentación basada en plantas, lo más local posible, de producción ecológica, tradicional, con alimentos que conservan la memoria y nos cargan con su energía orgánica, nos conectan con la tierra y con las leyes del universo, es una alimentación no solo posible, sino económica y sostenible.

Si somos lo que comemos, hemos de empezar una revolución sana, volviéndonos originales, es decir, volviendo al origen.

RECETAS DE ALTO TENOR PROTEICO

Paté de altramuces

400 g de altramuces

200 g de anacardos

1 diente de ajo en pasta

1 cucharilla de comino en polvo

1 cucharada de levadura de cerveza

el zumo de medio limón

  1. Dejar a remojo los altramuces.
  2. Eliminar la piel, triturar junto con el ajo, comino y la levadura; incorporar el zumo del limón.

Servir con crudites, chips de zanahoria o pan de buena calidad.

Curry de guisantes verdes

½ taza de guisantes verdes

1 cebolla morada pequeña

2 dientes de ajo

4 cm de jengibre

1 cucharilla de comino

1 cucharita de semillas de cilantro

1 trozo de cúrcuma de 2 cm

un manojo de perejil fresco

aceite de oliva virgen extra

1 cm de alga kombu

  1. Lavar los guisantes y dejarlos a remojo en un olla mediana.
  2. Cocerlos en la olla exprés durante 10 minutos a fuego alto y 20 minutos a fuego bajo.
  3. Mezclar el resto de ingredientes en una picadora, hasta conseguir una pasta.
  4. Cuando los guisantes se hayan cocido, añadir la pasta y seguir cociendo a fuego bajo. Servir con cilantro fresco.

Aderezo de nori con tempeh

2 hojas de nori tostadas

100 g de tempeh de soja

1 cucharada de tahine

1 chorrito de shoyu

zumo de limón

2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra

  1. Dejar macerando el tempeh en shoyu.
  2. Colocar las hojas de nori a remojo en el zumo de limón.
  3. Saltear el tempeh en el aceite, incorporar las hojas de nori con el zumo del limón, añadir el tahine, triturar.

Se puede tomar con pasta, o como aderezo sobre las verduras.

Salir de la versión móvil