¿Podemos revertir la diabetes?

El doctor Neal D. Barnard, veterano médico naturista y vegano*, es una figura de referencia mundial en medicina y alimentación que se ha hecho famoso por sus dos últimos libros, uno sobre el queso –donde invita a dejarlo– y el más reciente, dedicado a su propuesta radical para acabar la diabetes.

Su método es sencillo, pero resulta tan revolucionario que ha de dedicar un gran esfuerzo en demostrar cómo se puede prevenir, controlar –e incluso superar– a través de la nutrición, sin necesidad de medicamentos.

Selección y presentación: Jaume Rosselló.

En lugar de compensar el mal funcionamiento de la insulina –como busca la medicación–, la propuesta del doctor Barnard aborda las causas fundamentales de la enfermedad para conseguir que la insulina vuelva a ejercer su función con normalidad. Con ello su programa se ha demostrado tres veces más eficaz que la dieta estándar para controlar la glucosa en sangre y, a diferencia del enfoque farmacológico, conlleva efectos tan interesantes como la pérdida de peso, la reducción de los niveles de colesterol o el descenso de la presión sanguínea.

Los últimos y actuales estudios científicos rigurosos lo demuestran: una dieta vegana saludable y baja en grasas ayuda al organismo a controlar la glucosa en sangre, reduce drásticamente la resistencia a la insulina y revierte en muchos casos la diabetes tipo 2. Dichos estudios demuestran también que casi todo el mundo se adapta al programa sin problemas. Para facilitar las cosas, Barnard incluye en su propuesta un menú semanal de inicio y más de cincuenta recetas antidiabetes, veganas y deliciosas para todas las comidas del día. En sus propias palabras:

Replantear lo que comemos

Nos centraremos en los cambios de dieta, no en los medicamentos. Sí, la medicación suele cumplir su función. Pero prefiero ayudarte a reducir la medicación o a que puedas prescindir de ella por completo. Eso implica que deberás replantearte los alimentos que ingieres. Quiero hacer hincapié en que no es necesario que tomes menos calorías, comas menos hidratos de carbono o reduzcas tus raciones de comida. En realidad, puedes comer hasta que te hartes. Si tienes hambre entre comidas, puedes comer más. En lo que sí nos vamos a fijar es en el tipo de alimento que comes. Como comprobarás, ese se ha convertido en el factor crítico.

«Señores, no necesitamos una gran subvención para investigación. Lo que necesitamos es una idea nueva». (E. P. Joslin, médico clínico). El Dr. Joslin hizo ese comentario en la década de 1950 y encontrar dicha idea es cada vez más urgente, puesto que se ha disparado la incidencia de dicha enfermedad. Más de 400 millones de personas en todo el mundo tienen diabetes.

Hasta ahora, la mayoría han experimentado mejoría haciendo ejercicio y tomando medicación. Sometidos a análisis de sangre diarios y a una lista cada vez más larga de medicamentos destinados únicamente a retrasar el inevitable deterioro, la vida de los pacientes se convierte en un juego de esperas, con una complicación tras otra, desde síntomas nerviosos hasta alteraciones de la vista y problemas renales.

Ahora, por lo menos, contamos con una visión mucho más poderosa. No me estoy refiriendo solo a una idea nueva y atrevida, sino a todo un nuevo enfoque de la diabetes que ha sido probado y demostrado.

En una serie de estudios científicos realizados primeramente en colaboración con la Universidad de Georgetown y la Universidad George Washington de Washington DC, nuestro equipo de investigación pudo demostrar que hay muchas personas que pueden acceder a algo más que retrasar el inevitable declive y experimentar una espectacular mejoría. Pueden reducir su azúcar en sangre, aumentar su sensibilidad a la insulina y reducir o eliminar la medicación, y con solo unos cuantos sencillos cambios dietéticos. A diferencia de lo que sucede con los cambios de medicación, los efectos secundarios del cambio de menú son positivos: pérdida de peso, menos colesterol, descenso de la hipertensión y más energía.

Los estudios

Desde el comienzo, nuestros estudios apuntaron más alto y adoptaron una visión más agresiva frente a la diabetes que la que tenían los profesionales de la salud en el pasado. (…) En un estudio con 59 pacientes y con distintos grados de azúcar en sangre (algunos sanos y otros prediabéticos o diabéticos), estudiamos por qué funciona el cambio de dieta. Pudimos comprobar que el cambio de dieta provocaba un cambio radical en el cuerpo. En 14 semanas, la dieta fue la responsable de una mejoría del 24% en la sensibilidad a la insulina; es decir, la capacidad del cuerpo para responder a la insulina, la hormona de almacenamiento del azúcar que en la diabetes deja de funcionar correctamente.

Los pacientes cuyos niveles de azúcar se encontraban fuera del rango de la normalidad fueron testigos del retorno a la misma. Aunque hacer ejercicio acentuaba más los beneficios, los cambios dietéticos por sí solos eran lo suficientemente potentes para mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir el nivel de azúcar a un nivel fácilmente controlable. Estos resultados fueron presentados en el Congreso Científico de la American Diabetes Association en 2004 y publicados por el American Journal of Medicine en 2005.

Sensibilidad celular

Podemos ayudar a que nuestra insulina vuelva a funcionar correctamente enfocándonos directamente en la sensibilidad de las células a la misma (y mejorándola), lo cual es primordial en la diabetes de tipo 2. Incluso cuando la enfermedad se encuentra en una fase avanzada y presenta complicaciones, tampoco es demasiado tarde para experimentar mejorías notables.

A principios de 2003, con el apoyo de los Institutos Nacionales de la Salud, realizamos un nuevo ensayo para comparar directamente nuestra dieta con las directrices oficiales de entonces. Millones de personas las seguían, reducían cuidadosamente la ingesta de calorías y de hidratos de carbono. Pero, con demasiada frecuencia, sucedía algo bastante corriente: a pesar de todos los esfuerzos, la enfermedad empeoraba con el tiempo. Nosotros nos propusimos mejorar esta situación.

En el estudio que realizamos conjuntamente con la Universidad George Washington y la Universidad de Toronto, participaron 99 individuos con diabetes de tipo 2. Se les asignó al azar a los participantes una dieta estándar para diabéticos basada en las directrices de la American Diabetes Association (ADA) de 2003 o a la dieta más agresiva que proponemos.

En un minucioso análisis, en el que no se excluía hacer ejercicio y tomar medicación, descubrimos que la nueva dieta era tres veces más eficaz para controlar el azúcar en sangre que la anterior «mejor» dieta. También agilizaba la pérdida de peso y controlaba el colesterol mejor que la antigua regla de oro. Otros investigadores han demostrado que este tipo de dieta tiene grandes beneficios para el corazón y que mejora notablemente la presión sanguínea. Permite a muchas personas volver a tomar las riendas de su vida y estar sanas y vigorosas.

Luego realizamos dos estudios más para comprobar su aplicación en el entorno laboral en diez ciudades distintas. Resumiendo, funciona de maravilla y es fácil de poner en práctica. También hemos podido demostrar su eficacia en casos de diabetes más avanzada, concentrándonos en las mejorías de los síntomas nerviosos. Solo quedaba pues la transformación de esos avances científicos en instrumentos prácticos, entre los que se incluye un programa fácil con sencillas directrices dietéticas.

Una nueva visión de la diabetes de tipo 1

La diabetes de tipo 1 es mucho menos frecuente que la de tipo 2. Se suele diagnosticar en la infancia y siempre se trata con insulina; de ahí sus nombres anteriores, diabetes infantil o diabetes insulinodependiente.

A diferencia de las personas con diabetes de tipo 2, las que padecen la de tipo 1 siempre han de depender de la insulina. Pero pueden utilizar la dieta y ciertos estilos de vida para mantener las dosis al mínimo y reducir el riesgo de complicaciones. También hemos adquirido una nueva comprensión de las causas fundamentales de la diabetes de tipo 1. Te sorprenderá saber que el proceso que conduce a la diabetes de tipo 1 empieza cuando el sistema inmunitario ataca a las células pancreáticas que producen la insulina. Descubrimos en el libro las nuevas investigaciones han revelado qué es lo que parece desencadenar este ataque y qué puede ayudar a prevenirlo.

Éxitos personales

Veamos ahora experiencias de personas reales que han seguido el programa que describo en este libro.

Nancy

Nancy se enteró de nuestro estudio científico a través de un anuncio en el Washington Post. Le habían diagnosticado diabetes de tipo 2 hacía 8 años. Un primo suyo había perdido algo de vista a causa de la enfermedad y una insuficiencia renal le había conducido a depender de la diálisis. Nancy no quería que ese fuera su futuro. Iba a hacer todo lo posible para evitarlo.

Antes de participar en nuestro estudio, su estado general iba de mal en peor. Aunque hacía una dieta especialmente diseñada para la diabetes, su azúcar en sangre empeoraba gradualmente, y tampoco le sirvió para evitar seguir aumentando de peso.

A los dos años del diagnóstico, su médico le recetó la primera medicación para la diabetes. Posteriormente consideró que necesitaba dos medicamentos. Sin embargo, su azúcar en sangre seguía subiendo. Cuando entró en nuestro estudio, su hemoglobina en sangre A1c (el índice principal por el que se mide el control de la glucosa en sangre, que debería estar por debajo del 7%) estaba en un poco saludable 8,3%.

Nancy se interesó por el estudio porque se centraba en la alimentación más que en los medicamentos. Con la epidemia de diabetes que sufre actualmente la población, intuía que el problema tenía que deberse al tipo de alimentos que comemos y, por consiguiente, la solución también tenía que estar en la alimentación.

Le enseñamos a cambiar su dieta. Podía comer lo que quisiera y las calorías o gramos de hidratos de carbono que deseara. Solo le pedimos que cambiara radicalmente el tipo de alimentos que elegía.

Al principio también le pedimos que no hiciera ejercicio, es decir, que no cambiara sus hábitos de hacer ejercicio, porque queríamos observar cómo afectaban los cambios dietéticos. Eso le pareció bien; trabajaba mucho en su despacho, tenía un horario laboral muy largo y hacer ejercicio no era precisamente lo suyo. Al menos, no por el momento.

Cuando empezó a seguir nuestras recomendaciones, comenzó a perder peso y la glucosa en sangre bajó con extraordinaria rapidez. Tras años de subidas constantes, la tendencia empezaba a revertir. A las once semanas había perdido 6,3 kilos. Y cuando se levantó la manga y le realizamos el análisis para medir su A1c, descubrimos que su hemoglobina había bajado del 8,3% al 6,9%. Solo en tres meses. Estaba recobrando su sensibilidad a la insulina.

Su azúcar en sangre siguió bajando. De hecho, bajó tanto que era evidente que la medicación que tomaba era demasiado fuerte en esos momentos. La combinación de los medicamentos que tomaba y los importantes cambios dietéticos habían hecho que su azúcar estuviera demasiado bajo. Había llegado el momento de reducir la medicación. Pero reducir las dosis no fue suficiente. Al cabo de varios meses tuvo que dejar de tomarla.

Al cabo de poco más de un año de haber entrado a formar parte del estudio, pesaba 18 kilos menos. Dejó de tomar medicación para la diabetes y sus valores de A1c mejoraron respecto a los anteriores: en su último análisis dio 6,8%.

«La recompensa es increíble. No solo en lo que respecta a la pérdida de peso, sino que mis valores analíticos han mejorado notablemente.»

Pero hubo más, otro beneficio con el que no contaba. Durante años tenía un dolor de artritis tan agudo que no podía abrir un frasco. A los pocos meses de estar siguiendo la nueva dieta, un día, de pronto, se dio cuenta de que los síntomas de artritis habían desaparecido por completo.

Existe mucha bibliografía científica fascinante sobre la dieta y la artritis, que resumí en mi libro anterior Alimentos que combaten el dolor (ver Integral 413.) Lo mejor de la historia: la experiencia de Nancy no es una excepción en personas que realizan los cambios dietéticos que conocerás**.

Vance

Vance tenía solo 31 años cuando le diagnosticaron diabetes. Acababa de cambiar de médico y el diagnóstico vino a raíz de un análisis de sangre rutinario. Su padre y su madre habían padecido la enfermedad, pero hasta entonces, en mayor o menor medida, había gozado de buena salud. Había sido policía durante 12 años y ahora trabajaba en un banco, y no tenía por costumbre ausentarse del trabajo por enfermedad.

La diabetes lo cambió todo.

«Si no acababa perdiendo una pierna o la vista, podía terminar con diálisis», nos dijo. Y lo cierto era que no estaba precisamente sano. Con los años había ido aumentando gradualmente de peso, y con poco menos de un metro ochenta de estatura pesaba 125 kilos.

«No me tomaba muy en serio lo de la dieta y la salud. Me crie comiendo bocadillos de carne, costillas de cerdo y pollo. Hacíamos barbacoas y salíamos de picnic. Comíamos algunas verduras, pero no tomábamos muchos alimentos frescos. No hacía ejercicio. Sencillamente, no me tomaba nada de eso muy en serio.»

A la par de los problemas de peso, empezaron los problemas de potencia sexual. Muchos hombres diabéticos padecen impotencia y es bastante común en los que tienen sobrepeso. Su médico le recetó metformina, un medicamento muy común para reducir el azúcar en sangre.

Vance se enteró de nuestro estudio y decidió presentarse voluntario, a pesar de sus dudas respecto a la perspectiva de cambiar de dieta.

«Nunca me había sometido a restricciones o reglas alimentarias. Nunca había intentado controlar mi dieta hasta entonces. Siempre comía todo lo que me apetecía.»

Pero su esposa hacía algún tiempo que era vegetariana y se entusiasmó al ver que él estaba dispuesto a cambiar.

La recompensa no tardó en llegar. Empezó a adelgazar, y al cabo de poco más de un año, para su sorpresa, había perdido unos 27 kilos. Su hemoglobina Ale, que al principio del estudio era de 9,5%, había descendido a 7,1%, en tan solo dos meses. A los catorce meses de estudio había bajado a 5,3%. Su médico estaba entusiasmado y le dijo que ya podía dejar la metformina.

Otra sorpresa más: sus problemas de impotencia desaparecieron casi por completo en tres meses.

«Desde la academia de policía no estaba en tan buena forma. Es como si me hubieran sacado un peso de encima. Cuando le dije a mi madre lo que estaba haciendo, que había cambiado mi dieta, se puso tan contenta que casi lloró, porque mi padre murió a los 30 años. Cuando falleció mi abuelo yo era el varón más mayor de mi familia cercana. Solemos irnos bastante rápido. Pero se dio cuenta de que yo iba por otro camino, que me estaba cuidando.»

* Neal D. Barnard es doctor en Medicina, profesor en la facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Washington, presidente y fundador del Comité Médico para la Medicina Responsable y fundador del Centro Médico Barnard. Ha dirigido numerosas investigaciones sobre los efectos de la dieta en la diabetes, el peso corporal y el dolor crónico.

** Encontraréis más información práctica sobre el método del Dr. Barnard para revertir la diabetes en Integral Salud 25.

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