Plantas silvestres comestibles

Carlos Donoso nos presentó, hace más de treinta años, decenas y decenas de plantas silvestres comestibles en un número monográfico especial de Integral. Hoy recordamos alguna de aquellas plantas, comestibles y medicinales, que puedes recoger en jardines y bosques.

Textos: Redacción de Integral

Naturaleza sin pasar por las tiendas

Las plantas silvestres frescas te aportan importantes vitaminas y minerales. Te mostramos algunas plantas saludables que puedes recolectar de manera fácil… ¡y te las regala la naturaleza!

Las plantas silvestres crecen como «malas hierbas» en los jardines, bosques y prados. Muchas de ellas ni siquiera las conocemos. Estas plantas silvestres de fácil acceso a menudo son muy saludables o incluso tienen efectos curativos.

El requisito para empezar a recolectar plantas comestibles es saber reconocerlas. Si no se sabe, se puede contar con la ayuda de un buen libro-guía o, mejor aún, ir de la mano de una persona experta. Es necesario estar seguro de que se ha reconocido bien la planta. Una planta parecida podría ser venenosa.

La mejor época para encontrarlas comienza en abril y se prolonga hasta el final del otoño. Los expertos aseguran que para extraer la mayor cantidad posible de principios activos es necesario escoger días claros, soleados, y comenzar la recolección a final de la mañana, con objeto de que tallos, hojas y flores estén secos.

8 plantas silvestres a nuestro alcance

Aquí tienes unas plantas silvestres quedan bien en una deliciosa sopa, en un pesto o que se pueden preparar en infusión o añadir a una ensalada.

1. Berro de agua. El berro de agua (Nasturtium officinale) a menudo se confunde con el berro de prado. Dado que ambos son comestibles, eso no es un problema. De todos modos si buscas el berro real presta atención a las anteras amarillas durante el período de floración; las del berro de prado son de color púrpura.

Fuera del período de floración, se pueden distinguir las dos plantas silvestres por el tallo, ya que el del berro de agua es hueco. Crece en estanques, arroyos y manantiales limpios durante todo el año.

Aporta vitamina C y, gracias a sus propiedades depurativas, también se utiliza para curas y en el tratamiento del reumatismo. Además posee un efecto antibacteriano, diurético y expectorante.

El berro de agua tiene un sabor agradablemente picante y ligeramente ácido y es muy adecuado para ensaladas o como aderezo de un paté vegetal para untar. Para asegurarse de que conserva sus ingredientes activos, conviene consumirlo lo más fresco posible.

2. Berro de prado o mastuerzo. El berro de prado (Cardamine pratensis) es amargo y se caracteriza por un alto contenido en vitamina C. Estimula la actividad hepática y biliar y tiene un efecto depurativo y digestivo.

Las hojas comestibles son adecuadas como toque crujiente para la ensalada, cocidos en una sopa o tomados en infusión.

Estas plantas prefieren crecer en suelos húmedos, ricos en nutrientes y arcillosos. Se pueden encontrar cerca de pantanos, acequias y otras fuentes de agua durante todo el otoño.

3. Hierba de la moneda. La hierba de la moneda (Lysimachia nummularia) con sus flores amarillas seguramente ha sido vista por todos, aunque de manera inconsciente. Crece mejor en suelo húmedo, en acequias o terraplenes hasta noviembre.

Aporta mucho potasio, ácido silícico, tanino y mucílagos. Tiene efecto antibacteriano, antiinflamatorio y diurético.

Las hojas de la hierba de la moneda tienen un sabor ligeramente amargo y son buenas crudas en ensaladas y para aderezar todo tipo de platos.

4. Hiedra terrestre. La hiedra terrestre (Glechoma hederacea) se puede cosechar prácticamente todo el año, porque incluso bajo el manto de la nieve produce hojas frescas.

Es rica en vitamina C, potasio y sílice y tienen efectos antiinflamatorios, analgésicos y estimulantes del metabolismo. También es efectiva en afecciones urinarias.

Es muy aromática. Combina bien con queso crema aderezado con aromáticas, y también en platos dulces.

Las hojas también se pueden tomar en infusión. Crece tanto en prados como en pastos y en los bordes de los árboles.

5. Pamplina. La pamplina (Stellaria media) es un talento polifacético: se puede utilizar en su totalidad hasta finales de otoño y es adecuada tanto cruda como cocida.

Es muy saludable ya que contiene mucho potasio y magnesio, hierro y vitaminas A y C.

Esta planta combina bien con ensaladas, sopas y patés vegetales para untar. Su sabor es suave y aromático y recuerda a los guisantes. La pamplina se puede encontrar en campos y tierras en barbecho.

6. Semillas de ortiga. La ortiga (Urtica dioica) difícilmente puede ser superada en términos de propiedades saludables. Sus hojas se utilizan de primavera a verano, después de lo cual aparecen las semillas de ortiga que son un auténtico superalimento.

Las semillas de ortiga tienen un alto contenido de proteínas y muchas vitaminas A, B, C y E, así como potasio, hierro y calcio.

Las semillas de ortiga son un remedio probado contra el cansancio y el bajo rendimiento. También ayudan con la gota y el reumatismo, la presión arterial alta y los trastornos del tracto digestivo.

Las semillas se pueden recolectar hasta noviembre. Con un sabor que recuerda a la nuez, son ideales como complemento de sopas o batidos. También desarrollan sus propiedades curativas tomadas en infusión o como especia en la cocina.

Al recolectarlas, asegúrate de coger solo las semillas amarillas, pues son las maduras.

7. Culantrillo de pozo Esta plantita sin flores es un helecho (Adiantum capilus-veneris) que se reproduce por esporangios, resto de esa gran familia de plantas que reinó en tiempos remotos. La encontramos en los puentes, en las paredes húmedas, en las rocas cercanas a los pozos o fuentes: le gusta el frescor.

Su uso no supone ningún peligro porque todos sus componentes son inocuos. En el siglo XVIII y XIX se empleaba como condimento para platos dulces; los brotes primaverales pueden ponerse en vinagre como las alcaparras, y las hojas aromatizan la ensalada.

Contiene mucílago y una esencia y que le da un agradable aroma. Las hojas tienen un sabor ligeramente dulce y al hervirlas dan una sustancia gelatinosa con la que se hace un jarabe muy indicado para los catarros bronquiales.

Es común en toda la Península, sobre todo en el norte.

8. Galio blanco. El galio blanco (Galium album) también se puede encontrar a finales de otoño. Crece en lugares húmedos, prados, bordes de carreteras y bosques dispersos.

Se utiliza toda la parte superior de la planta siempre que sea blanda e incluya las flores y los tallos. Su sabor suave es ideal como base de ensalada. Las puntas frescas van bien en batidos o cocidas como espinacas.

El galio blanco contiene mucha vitamina C. Se utiliza en infusión para ayudar a combatir el nerviosismo, la depresión y la inquietud, pero también está indicado para la diarrea y las molestias gastrointestinales.

9. Llantén menor. Incluso los niños aprecian el efecto del llantén menor (Plantago lanceolata), por ejemplo, como remedio para las picaduras de mosquitos.

Contiene potasio, ácido silícico, vitaminas A y C. Sus propiedades curativas van más allá de la aplicación externa, ya que ayudan con la tos, las enfermedades pulmonares, la bronquitis y el asma, entre otras cosas.

Las hojas de llantén menor también son adecuadas para usar en la cocina, por ejemplo, crudas como complemento para ensaladas o cocidas como las espinacas. También se pueden tomar en infusión o hervir haciendo un almíbar que sirve como jarabe contra la tos.

Crece en los bordes de carreteras caminos y en prados durante todo el año.

Recolectar tus propias plantas medicinales: un ritual para acercarse a la naturaleza

Recurrir a las plantas medicinales para recobrar la salud forma parte de un estilo de vida basado en la confianza en la naturaleza. Recogerlas uno mismo en el campo es casi un ritual sagrado de conexión con lo natural. Una alternativa a la recolección es la plantación, también interesante.

Recuerda que cuando se recogen plantas en el campo se debe hacer con mucho respeto. La norma es: no se debe apreciar que has pasado por allí.

¡Recoger no significa destruir! Hay que asegurarse de que no se toca ninguna planta que escasea o que está protegida por hallarse en peligro de extinción. Aunque la planta abunde sólo se tomará una pequeña parte de lo que se encuentre. La recolección ha de hacerse con delicadeza para que la planta no sufra.

¿Cuándo?

Las hojas se recogen cuando en el tallo aparecen los capullos de las flores. Antes de la floración contienen menos principios activos y después también porque han dado a las flores lo mejor de sí mismas. Éstas han de recogerse inmediatamente después de brotar, cuando poseen una mayor concentración de principios activos. Solo las flores de la manzanilla y del árnica pueden recolectarse siendo capullos.

Hay plantas, como el romero y la salvia, con tallo, hojas y flores muy ricos en aceites esenciales, especialmente en los extremos floridos.

Si la planta esconde sus principios activos en las raíces, hay que distinguir entre plantas bienales y anuales. En el primer caso, se recogen en primavera. En el segundo, se recolectan después de la caída de la hoja.

Secar las plantas medicinales

Las hojas, una vez limpias, se secan al aire y a la sombra, extendidas sobre esteras.

Los bulbos, las flores y los extremos floridos se secan al sol, cubiertos con hojas de papel para que no se decoloren.

Las raíces y los rizomas, separados de raicillas, se exponen al sol directamente.

Al atardecer, se debe almacenar todo en casa, al abrigo de la humedad nocturna.

Cuando ya están secos, los productos se conservan en recipientes de cristal o hojalata, cada uno con su etiqueta, y se guardan en un lugar seco. Éstas son, resumidas, las reglas que ha de seguir el recolector de plantas medicinales.

El arte de las preparaciones

La elaboración de remedios a partir de plantas es sencilla, pero requiere seguir unos pasos precisos con cada planta. A lo largo de los años venimos explicando la descripción de los procesos, brevemente recordaremos que la voz «tisana» se emplea para describir en general la bebida preparada con plantas medicinales, aunque algunos autores la atribuyen a las decocciones o infusiones.

La decocción consiste en cocer a fuego moderado, en un recipiente cubierto, durante unos minutos y suele aplicarse a las raíces.

La infusión (se deja la planta en agua recién hervida, fuera del fuego( se aplica a aquellas plantas cuyos principios activos podrían alterarse por ebullición.

La maceración consiste en dejar la planta, reducida a polvo, en agua a temperatura ambiente o alcohol no desnaturalizado (tintura) durante un periodo de tiempo más o menos largo (cada tipo de planta necesita el suyo).

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