Longevidad: ¿qué dicen los intestinos?

La esperanza de vida media a escala mundial es de 65 años, aún con grandes diferencias entre países y culturas. Pero el envejecimiento de la población, acompañado de su cortejo de enfermedades relacionadas con la edad, tiene un peso enorme. Científicos de todo el planeta buscan diferentes formas de prolongar la vida con buena salud, y parece que el intestino tiene mucho que decir al respecto.

Textos: Blanca Herp con informaciones de Céline Sivault y Jaume Rosselló.

UNA EDAD RESPETABLE

115,7 años si se es mujer y 114,1 si se es hombre: estas edades tan respetables serían, según unos investigadores neerlandeses, el techo de cristal de la esperanza de vida máxima del ser humano. Aunque algunos médicos naturistas y gerontólogos sean realmente más optimistas todavía, a día de hoy hay pocas posibilidades de que lleguemos a vivir mucho más en el futuro, a menos que termine por fructificar alguna de las investigaciones –muchas– que se están desarrollando sobre el tema. Algunos equipos de científicos sí consiguen a veces obtener resultados extraordinarios en modelos animales, los cuales permiten seguir avanzando en la longevidad de los organismos vivos (especialmente gracias a la modulación de la microbiota, esa comunidad de seres minúsculos y beneficiosos que viven dentro de nuestro tubo digestivo).

UNAS BACTERIAS CLAVE PARA VIVIR MÁS

Investigadores canadienses realizaron un experimento sobre uno de los modelos animales favoritos entre la comunidad científica: la mosca del vinagre (Drosophila melanogaster). Los insectos recibieron una alimentación enriquecida con un cóctel que contenía tres tipos de probióticos (Lactobacillus plantarum -cepa Lp8826-, L. fermentum -del que hay bastantes cepas interesantes – y Bifidobactenum longum infantis-Bi702255-) y una mezcla de 3 plantas propias de la medicina ayurvédica.

Como resultado, las moscas tratadas vivieron hasta 66 días, una edad muy avanzada para estos insectos, frente a los 40 del grupo de control. Pero más allá de esa superior longevidad los animales también presentaron bajos niveles de indicadores fisiológicos que suelen relacionarse con el envejecimiento (resistencia a la insulina, inflamación, estrés oxidativo… ) y mostraron además un excepcional estado físico. Es decir, que el tratamiento mejoró su esperanza de vida con un buen estado de salud, el cual es el valor más importante en cuestiones de longevidad.

Estos beneficios se explican por la acción del tratamiento sobre la composición de la microbiota intestinal, la cual interviene en la manera en la que un alimento es utilizado por el organismo y optimiza numerosos procesos biológicos. Ahora bien, nosotros no somos moscas. ¿Tenemos algo que ver  con estas pruebas?

Desde luego: por sorprendente que pueda parecer, estos insectos comparten con los seres humanos ¡un 70% de similitud en cuanto a procesos orgánicos!

IMPORTANCIA DE LA MICROBIOTA INTESTINAL

Además, la importancia de la microbiota intestinal para nuestra salud es algo bien conocido: ayuda a la producción de determinadas vitaminas y minerales y a la digestión de fibras, ejerce una acción antiinflamatoria y antioxidante, regula la energía, etc. Lo que sucede es que su composición cambia a medida que se cumplen años, contribuyendo al envejecimiento en sí mismo y al debilitamiento de las personas de más edad.

De hecho, en las personas mayores determinadas bacterias beneficiosas como Bifidobacterium o Akkermansia son escasas, mientras que las poblaciones de bacterias nocivas (las proteobacterias, por ejemplo) proliferan. Eso supone un incremento de los niveles de inflamación que deteriora silenciosamente el estado de salud.

ENVEJECER MEJOR CON POLIAMINAS EN EL INTESTINO

Uno de los mecanismos que explican este aumento en los niveles de inflamación se relaciona con las poliaminas, compuestos esenciales capaces de bloquear la producción de unos mensajeros inflamatorios, las citoquinas, producidos por los glóbulos blancos. La cantidad de poliaminas, a su vez generadas por determinadas bacterias intestinales, disminuye con los años, lo cual contribuye a que la barrera intestinal no funcione correctamente.

Pero en cualquier caso no se trata de una fatalidad: determinados probióticos como el Bifidobacterium animalis lactis (cepa LKM512) pueden aumentar la concentración de poliaminas en el intestino, según pruebas de laboratorio realizadas por investigadores japoneses.

En otro ensayo clínico, basado en la administración de este probiótico combinado con arginina, se llevó a cabo sobre 44 personas en buen estado de salud. Consumieron un yogur enriquecido con esta mezcla durante 12 semanas o un placebo y, al cabo de este período, la presencia de espermidina y putrescina, dos poliaminas, había aumentado. Pero también había mejorado el funcionamiento de los vasos sanguíneos, disminuyendo con ello el riesgo de formación de placas de ateroma y de enfermedades cardiovasculares.

Conviene saber que las Bifidobacterium son claramente responsables del aumento de la producción de poliaminas en el intestino, aunque lo sean de manera indirecta. Y es que lo que hacen en realidad es acidificar el medio creando un entorno favorable al desarrollo de bacterias aliadas capaces de asegurar esta producción.

En todo caso, estos probióticos no son los únicos capaces de ejercer un efecto beneficioso contra el envejecimiento. De hecho, se han probado no menos de 78 cepas diferentes sobre la supervivencia de otro organismo habitualmente empleado en estudios acerca de la longevidad: el parásito nematodo Caenorhabditis elegans. En particular destaca la Lactobacillus rhamnosus -CNCMI-3690-, que mejora hasta en un 30% la salud de animales sometidos a un fuerte estrés oxidativo y consigue alargar su esperanza de vida en un 20%, sobre todo gracias a la estimulación de su respuesta inmunitaria.

IMITANDO A LA RESTRICCION CALORICA

Una de las técnicas más conocidas para prolongar la esperanza de vida es la restricción calórica tal y como han recalcado numerosos estudios. Este enfoque consiste en limitar notablemente la cantidad de calorías ingeridas, sin llegar a un estado de malnutrición, por supuesto. Existe también otro gran aliado, el ayuno intermitente, es decir, 16 horas sin ingerir alimento para que nuestro cuerpo descanse; sólo se toma agua. En la práctica se suele eliminar la cena, o bien el desayuno (sobre restricción calórica y ayuno intermitente, ver el número 488).

Ahora bien, está claro que es poco probable que todo el mundo se someta a una medida como esta sin reticencias. Y precisamente por ello los especialistas del envejecimiento intentan descubrir compuestos que produzcan los mismos beneficios. Para conseguirlo cuentan con la ayuda de la bioinformática como herramienta. Por ejemplo, el «mapa de conectividad» es una base de datos que reúne el perfil de expresión de los genes de diferentes líneas celulares humanas en respuesta a diferentes sustancias, tanto medicamentos como otros tipos de compuestos bioactivos. Pues bien, los investigadores lo han usado para descubrir qué sustancias podían provocar la expresión de los mismos genes que la restricción calórica.

¡EXTRA DE PROBIÓTICOS!

Para enriquecer la microbiota intestinal se impone una cura de simbióticos. Es decir, de un compuesto que contenga varias cepas de probióticos combinadas con prebióticos (alimento de los primeros). Otra manera muy eficaz de conseguir un plus de bacterias buenas para su intestino es consumir regularmente alimentos fermentados (sin pasteurizar, siempre que sea posible): aceitunas, kimchi, tempeh pepinillos, chucrut, kéfir, miso…

ALGUNOS RESULTADOS

Así obtuvieron diferentes candidatos: alantoína, tricostatina A (TSA), rapamicina y morfolina (tranquilos, cuando todo esté confirmado, los laboratorios producirán sus fármacos y complementos y nosotros os informaremos de cómo obtenerlos de forma natural).

Ahora bien, ¿qué son estos componentes de nombre críptico? La tricostatina A es una sustancia producida por bacterias no patógenas, las Streptomyces, y de efectos antibióticos y antifúngicos. Un estudio precedente había demostrado su capacidad de prolongar la vida de la C. elegans en un 11% (es decir, aproximadamente el mismo beneficio que demostró la segunda investigación). Esto está en parte relacionado con su capacidad de producir óxido nítrico, un gas esencial para la dilatación de los vasos sanguíneos. En las lombrices, por su parte, la exposición a óxido nítrico estimula la activación de ciertos componentes como las proteínas de choque térmico, de virtudes protectoras. En segundo lugar, la morfolina es un potente inhibidor de ciertos agentes proinflamatorios, en especial de la fosfoinositol 3-quinasa, que además ya había demostrado su capacidad de prolongar la vida de esta lombriz y de la drosófila. Hay que destacar que otros inhibidores de esta enzima, como por ejemplo el idelalisib, están en estudio en el marco de la lucha contra el cáncer. La rapamicina es, por su parte, una lactona extraída de la bacteria Streptomyces. Posee propiedades antiproliferativas e inmunosupresoras y por ello se emplea como antitumoral, como medicamento antirechazo en los trasplantes (en especial los de riñón) y para recubrir los stents coronarios a fin de evitar la proliferación celular que podría provocar la oclusión de la arteria. Pues bien, en un estudio de 2016 demostró un aumento insólito de la esperanza de vida en ratones, gracias a un tratamiento puntual a base de rapamicina. La alantoína, por último, es un compuesto bioactivo responsable de parte de los beneficios del ñame de Japón (Dioscorea japonica). Sus efectos sobre la longevidad eran desconocidos hasta hace relativamente poco tiempo.

WITHANIA Y GINSENG, GINKGO… CERCA DE LAS PLANTAS ADAPTÓGENAS

Por su parte, otro equipo utilizó el mismo tipo de enfoque bioinformático para encontrar alternativas naturales a la rapamicina y a otro medicamento conocido por reproducir los efectos de la restricción calórica: el antidiabético metformina. La cuestión es que estos dos fármacos conllevan efectos indeseables que excluyen su uso para prevenir el envejecimiento.

El compuesto más prometedor identificado por el equipo es la witaferina A, que tiene una acción antiedad cercana tanto a la rapamicina como a la metformina. Se trata de un compuesto de origen vegetal extraído de plantas de la familia de las solanáceas, entre ellas la Acnistus arborescens y la Withania somnífera (ver el número 458). Ha sido ampliamente utilizado en medicina ayurvédica para luchar contra la artritis o los trastornos menstruales y algunos estudios han demostrado sus efectos antidiabéticos, antiobesidad y anticancerosos.

Los compuestos que más se acercan a la acción de la metformina son los ginsenósidos, presentes en el ginseng (especies pertenecientes al género Panax) y muy populares en la medicina tradicional china, así como la alantoína, ya identificada en el estudio anterior. Y lo mismo sucede con la umbeliferona, un compuesto de la familia de las apiáceas ( a la cual pertenecen el perejil o la zanahoria) y capaz, igual que la alantoína, de rebajar el nivel de azúcar en sangre.

TÉ VERDE, UVAS, MORAS…

Sobre la rapamicina, las mejores alternativas identificadas son sobre todo el radicicol, proveniente del champiñón Monosporium bonorden; la isoliquiritigenina, una molécula aromática del regaliz; y el galato de epigalocatequina (EGCG), un antioxidante naturalmente presente en el té verde. Pero, ojo: otro compuesto de origen natural que imita los efectos de la restricción calórica sería el resveratrol, presente en uvas y moras, así como las sirtuinas (y en especial la proteína SIRT 1), precursoras de este. De potentes propiedades antioxidantes, estas últimas alargarían excepcionalmente la vida (¡hasta un 50%!), de acuerdo con los resultados de numerosos ensayos en animales.

COMBINAR PARA MULTIPLICAR LOS EFECTOS

En octubre de 2018, unos investigadores consiguieron obtener excelentes resultados combinando varios de estos compuestos antiedad. El equipo administró a unas lombrices un combinado de rapamicina, rifampicina (un antibiótico semisintético derivado de la rifamicina y producido por la bacteria Streptromyces mediterranei) muy usado frente a la tuberculosis), alantoína y psoraleno (compuesto presente en los cítricos), bien por separado, bien en diferentes combinaciones.

De ese modo se constataron los efectos sinérgicos, mostrándose los tríos como los más eficaces: la combinación de rapamicina, rifampicina y alantoína en concreto permitió una prolongación del 89% de la esperanza media de vida, mientras que la de rifampicina, psoraleno (en concreto psora-4) y alantoína, del 96%. Además, el tratamiento no tuvo efectos adversos y las lombrices que lo recibieron se mantuvieron en mejor forma que los animales testigo a lo largo de toda su vida.

Asimismo, también se han conseguido muy buenos resultados con estos cócteles antienvejecimiento en la mosca de la fruta. Y esto es un buen augurio: siendo ambos tipos de organismos muy diferentes desde un punto de vista evolutivo, esto hace pensar que el tratamiento actúa sobre mecanismos comunes a numerosos seres vivos, presagiando un buen rendimiento también en las personas.

PLANTAS MEDICINALES PARA VIVIR MÁS

Entre los extractos vegetales también hay candidatos prometedores para frenar el envejecimiento. Investigadores canadienses utilizaron hasta 35 especies diferentes y probaron sus efectos sobre la longevidad utilizando otro modelo de estudio: la levadura (es decir, un hongo dotado de una única célula)(21l. Un total de 6 extractos consiguieron incrementar simultáneamente su esperanza de vida, tanto media como máxima: el de raíz y rizoma de cohosh negro (Cimicifuga racemosa), el de raíz de valeriana (Valeriana officinalis), el de la planta entera de pasiflora (Passiflora incarnata), el de hojas de Ginkgo biloba, el de semillas de apio (Apium graveolens) y el de corteza de sauce blanco (Salix alba). Estos concentrados de plantas con virtudes protectoras contra el envejecimiento intervienen en diferentes mecanismos celulares implicados en él. Por ejemplo, reducen los estragos de los radicales libres, mejoran la resistencia a diferentes tipos de estrés, aceleran la degradación de los lípidos, etc. E igualmente intensifican ciertos procesos en las mitocondrias, las «fábricas de energía» de las células.

SUCEDÁNEO DE LA MELATONINA

La hazaña más impresionante en cuestión de longevidad fue, de hecho, lograda con un compuesto que actúa sobre las mitocondrias. Y es que están implicadas en el envejecimiento de forma directa, ya que su actividad genera la gran mayoría de los radicales libres presentes en las células. Pues bien, investigadores alemanes y americanos llevaron a cabo un estudio para intentar optimizar su funcionamiento, reduciendo la cantidad emitida de radicales libres.

Para conseguirlo utilizaron una sustancia capaz de estabilizar la producción de energía, la indolpropionamida (IPAM), cuya estructura es parecida a la de la melatonina. Probaron sus efectos en pequeños animales acuáticos, los rotíferos (Phiwdina acuticornis), y… ¡llegaron a aumentar su esperanza de vida en un 300%!

HIPOTÁLAMO

Pero aún hay más: un compuesto vinculado con la producción energética de las mitocondrias, la nicotinamida adenina dinucleótido (NAD), ha estado en el centro de un estudio muy reciente llevado a cabo por un equipo de la Universidad de Washington, en EE.UU. Con muchos y variados beneficios: apariencia más joven, mayor producción de insulina, alta calidad del sueño, mejor funcionamiento de los fotorreceptores del ojo, capacidades mejoradas en las pruebas de memoria… Y su mecanismo de acción quedó muy claro: la enzima es devuelta por las células adiposas a la circulación sanguínea y llega al hipotálamo, donde surge el NAD.

Esta glándula cerebral en realidad controla múltiples funciones. Por un lado, regula los niveles hormonales; por el otro, controla la temperatura, la sed, los ritmos circadianos, etc. Por eso cuando el hipotálamo deja de actuar correctamente, la esperanza de vida se acorta (un 16%).

EN RESUMEN

Probióticos y prebióticos, extractos vegetales, simbióticos, compuestos que reproducen los efectos de la restricción calórica… Hay numerosos aliados que, solos o en sinergia, van a marcar el camino hacia la longevidad con buena salud desde el interior del organismo. Ninguno es un elixir de la vida eterna. Pero es que en cualquier caso el objetivo no debe ser la búsqueda de la inmortalidad, sino envejecer en las mejores condiciones para aprovechar al máximo una vida activa y en plena forma.

Fibra para mejorar la microbiota

Una microbiota equilibrada es garantía de envejecimiento armonioso. Y lo cierto es que la alimentación tiene sobre ella un impacto directo: cuando es rica en azúcares y grasas su composición se altera, mientras que unos considerables aportes de fibra ejercen un efecto favorable. Un análisis de la literatura científica disponible llevado a cabo por investigadores australianos arroja ideas interesantes sobre la manera de optimizar la microbiota gracias a las fibras. Los científicos estudiaron los resultados de 58 ensayos clínicos realizados en individuos sanos y descubrieron que las personas con altos aportes en fibra presentan una cantidad mayor de bacterias buenas (pertenecientes a los géneros Bifidobacterium y Lactobacillus).

Pero, ojo: no todas las fibras valen. Las más eficaces son las prebióticas, o sea, fructanas y galacto-oligosacáridos presentes en frutas, legumbres y cereales completos. Es solo gracias a ellas que se puede favorecer la proliferación de bacterias beneficiosas, capaces de mitigar los fenómenos inflamatorios que contribuyen al envejecimiento.

Encontraréis más documentación y las fuentes de este artículo en: www.revistaintegral.net

Más información sobre los intestinos en Integral 435.

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