Las cuatro caras de la Diosa

Doncella, Madre, Anciana y Bruja

En los años sesenta y setenta del siglo pasado se inició una revolución cultural y espiritual que todavía continúa. Podemos decir que actualmente hay mucho más reconocimiento hacia las mujeres y al principio femenino que antes.

El último país que permitió a las mujeres, el “sexo débil”, a participar en los negocios estatales por votación fue Suiza, en un referéndum en febrero de 1971. No hace tanto tiempo de ello.

Revisando la historia política y cultural de nuestras sociedades, en Occidente y en Oriente todavía queda mucho por hacer, especialmente en los países en desarrollo y en aquellas partes del mundo donde la mutilación genital de las niñas o los matrimonios con niñas siguen en la práctica. Como veremos, las mujeres podemos hacer mucho para cambiar lo que queda por cambiar: al reconectarnos con nuestras raíces, nutrir y escuchar nuestra sabiduría interior, podemos restablecer la conexión que hace tiempo perdimos con nuestra divinidad, con nuestra fuente salvaje, que nos está esperando como la Bella Durmiente aguardaba su momento para despertar —cosa que solo coincidió con la llegada del príncipe.

Carl Gustav Jung

Un pasado olvidado

En el siglo pasado, Carl Gustav Jung fue pionero en el redescubrimiento de la dualidad de las energías masculina y femenina, y encendió una chispa de comprensión y aceptación. Sus hallazgos y descripciones del inconsciente colectivo —patrones y símbolos culturales universales—, los arquetipos —elementos altamente desarrollados del inconsciente colectivo, patrones e imágenes universales y arcaicos—, el anima —la energía o sentir femenino en el hombre— y el animus —la energía o sentir masculino en las mujeres— halló reconocimiento en un terreno fértil.

Él fue el primero, en esta nueva área de estudio y conocimiento, que nombró los cuatro arquetipos básicos de la mujer: la reina, la madre, la mujer sabia y el amante —que pueden dividirse en otros símbolos basados en estos arquetipos.

Aunque esta caracterización no toca la importancia de los ciclos, el genio de Jung le permitió comprender la profundidad de la psique humana, y cómo la luz y la sombra se mezclan en ella en forma de anima y animus, tal como sucede en el símbolo taoísta del Yin-Yang. Y tuvo el privilegio de publicar sus estudios y obtener el reconocimiento de sus compañeros.

Los descubrimientos de Jung ayudaron a ensanchar la grieta en el muro de la prisión donde la Diosa primordial había sido marginada, y con esta ayuda, lentamente comenzó a caminar de nuevo hacia el lugar que le pertenece.

Como una hermosa metáfora, podemos ver a la naturaleza reivindicando aquellos espacios arruinados cuando los seres humanos abandonan sus creaciones: uno de los ejemplos más hermosos es el de los templos perdidos en Camboya, por ejemplo Angkor Wat, donde las enormes raíces de las higueras estranguladoras gigantes crecen sobre las piedras. O también las casas y las iglesias en ruinas en el campo, donde la naturaleza, lenta pero inequívocamente, reclama lo que una vez fue suyo.

A través de sus imágenes podemos comprender mejor la fuerza indestructible de la naturaleza, que está profundamente conectada con los poderes femeninos.

La mujer salvaje

La contribución más importante, dentro del ámbito de la psicología, es de 1992, de la psicoterapeuta mexicana-húngara Clarissa Pinkola Estés, con su best-seller mundial Mujeres que corren con los lobos.

En este libro, la psicóloga junguiana anima a todas las mujeres, a través de «mitos e historias del arquetipo de la Mujer Salvaje», a reconectar con sus raíces y a aprender a escuchar de nuevo sus voces más profundas, redescubriendo sus tesoros y ciclos más sagrados.

Según su visión, la mujer salvaje «envuelve un ser alfa matrilíneo». Estés, guiando al lector a través de diversos mitos y cuentos de hadas, desata las penurias de la vida de una mujer, mostrando cómo el arcano “espíritu” de la mujer, o Diosa, vive en todas y cada una de las mujeres desde la infancia hasta la tumba, en los huesos, en la sangre, en las canciones de su corazón, en los gritos, en los temores y las alegrías, y en los ciclos.

Según Estés, al transmitir los misterios de la Vida/Muerte/Vida a través del lenguaje simbólico del inconsciente, «La Mujer Salvaje es la salud de todas las mujeres. Sin ella, la psicología femenina carece de sentido. La mujer salvaje es la mujer prototípica; cualquiera que sea la cultura, cualquiera que sea la época, cualquiera que sea la política, ella no cambia. Cambian sus ciclos, cambian sus representaciones simbólicas, pero en esencia ella no cambia.»

Y así, encabezado por las investigaciones, el conocimiento mítico escondido en el cuerpo y el espíritu de la mujer comenzó a reclamar aquello que le pertenecía. Y de una vez por todas nos recordó, a pesar de que tratemos de olvidarlo, que la naturaleza es inteligente, y para ser personas sanas debemos reconectar con nuestro yo “salvaje”, sensual, kinestésico y corporal; con nuestra existencia física en el mundo real.

Tras vivir y observar manadas de lobos, Estés reconoció la profunda conexión entre la feminidad y la manera en que los lobos viven sus vidas en el corazón de la naturaleza. Su libro ayudó a millones de mujeres a despertar y encontrar su camino de vuelta a una vida creativa y plena.

Ciclos sagrados

Más allá de la mujer salvaje y de los arquetipos, la novela mística de Marion Zimmer Bradley, Las nieblas de Avalon, que contiene un gran número de mitos y leyendas del pueblo celta, abrió la puerta para el redescubrimiento del enfoque espiritual de las representaciones femeninas.

Nuestra formación intelectual nos podría llevar a pensar que volver a tener en cuenta los ciclos de la naturaleza es una regresión, pero no es así. Especialmente si queremos entender la opresión en los siglos pasados y desatar nuestra divinidad, que reside en nuestro cuerpo, así como nuestro cuerpo está ligado a sus ciclos, igual que la Luna.

Hay que considerar la dualidad como un todo, donde la oscuridad y la luz, lo masculino y lo femenino, el poder y la debilidad son partes complementarias, pues ninguno de ellos puede existir sin el otro. Como dicen las antiguas sabidurías y enseñanzas místicas en todo el mundo, mejor explicado por el monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh, cada cosa existente es una “intersección”, una existencia que para ser ha de coexistir, ha de “interconectarse” con todas sus partes originales o causas originales, así como con sus contrarios, tanto en lo material como en lo espiritual.

Por lo tanto, no existe divinidad femenina sin la masculina. Ni en la comprensión cíclica de la Divinidad, ni en la descripción psicológica de los arquetipos, donde Jung ya describía pares en su representación, tanto femeninos como masculinos.

El movimiento de la Luna tiene gran efecto en la Tierra, tanto en las aguas como en cualquier ser vivo, que está compuesto de agua en un 70 por ciento. Esto no cambia cuando miramos más de cerca el cuerpo de la mujer, que está profundamente conectado con los ciclos de la naturaleza, y en particular, con los ciclos de la Luna.

Las cuatro caras de la Diosa son cuatro energías o poderes que se representan en la Luna creciente y menguante, y que reflejan el crecimiento y el recogimiento de las mujeres a través de su envejecimiento y los ciclos menstruales.

La Luna y las cuatro caras de la Diosa

El ciclo ancestral de las representaciones femeninas está presente en el arquetipo de la mujer salvaje, descrito y explicado por Clarissa Pinkola Estés. Reclama honrar y reconocer el valor de nuestro ser físico, que durante siglos fue negado y señalado como algo impuro, objetivado sólo como una entidad sexual o de reproducción.

En cierta manera, nosotras, las mujeres, todavía necesitamos tomar conciencia y mucho coraje para evitar estas trampas que aún perduran, ya que nadie debe ser valorado por su fertilidad o por su atractivo sexual.

A medida que la naturaleza recupera las áreas previamente habitadas, las mujeres recuperan sus poderes más profundos y su sabiduría, reconociendo y aceptando sus ciclos.

La Luna es una metáfora maravillosa que nos muestra las energías suaves, lúcidas y tiernas que también renacen una vez en cada círculo como la oscuridad, la muerte y la renovación.

En la tradición Wicca, así como en el neo-paganismo, se explica y promueve los símbolos de la Madre Naturaleza como la Diosa de tres caras; la cuarta, la cara oculta, es rara vez mencionada debido a su falta de luz. Sin embargo, existe, oculta y oscura, como el lado oscuro de la luna nueva.

A pesar de que tendemos a favorecer y respetar en mayor medida la luz en detrimento de la oscuridad y del sufrimiento, para comprender el ciclo completo y los misterios de los poderes femeninos es importante reconocer la cara oculta de la Diosa, que suele presentarse como nuestros peores temores y que también se identifica con los desastres naturales, como los terremotos y las epidemias.

La muerte es una parte del ciclo de vida, así como el momento de la concepción y del nacimiento, y la luna nueva, la oscuridad y nuestras debilidades, temores y sufrimientos usualmente nos muestran grandes lecciones que nunca podríamos entender sin estas dolorosas iniciaciones.

Existen otros enfoques de la divinidad femenina. En la tradición hinduista y en el yoga se reconoce como la energía de Shakti, que vive en hombres y mujeres, y duerme como una serpiente en el centro de la espina dorsal, para viajar hasta el tercer ojo cuando despierta.

 

Sanar nuestra Diosa interior

La sanación depende de nuestra historia familiar y personal, de nuestra tradición, de la educación cultural y religiosa heredada, de cuán herida o cuán saludable era nuestra autoestima en el momento en que nos convertimos en adultos, y de si tenemos una conexión viva con nuestra deidad interior, con nuestro cuerpo y nuestros ciclos.

Por desgracia, es bastante común que una mujer sufra desde su primera menstruación hasta la última, ya que a menudo es malinterpretada como algo sucio, o considerada como algo “innecesario” por el padecimiento que nos dificulta la vida, especialmente si cada mes se presenta junto a severos dolores de cabeza y de espalda de la región lumbar, o con dolor de estómago.

Para algunas mujeres puede incluso constituir un reto imaginar a una “Diosa” que vive en nosotros en nuestros desagradables ciclos, pero la Diosa necesita ser reconocida para que podamos vivir una vida feliz y saludable como mujeres.

Tenemos suerte de vivir en nuestro tiempo, pues hay cada vez más mujeres sabias que, a través de sus propias experiencias, han hallado la manera de reconectar y aceptar sus ciclos naturales, y han decidido compartir sus conocimientos con sus hermanos y hermanas para guiarnos en nuestro despertar.

Por ejemplo, un movimiento que cada semana gana más seguidores es la llamada Bendición del Útero, iniciada por la británica Miranda Gray. Esta práctica ayuda a todas las mujeres, desde aquellas que han iniciado su ciclo menstrual, hasta mujeres que están más allá de su menopausia, o a las que han pasado por intervenciones quirúrgicas que han afectado a sus ciclos naturales, pero también está abierta a los hombres que quieren conectar con sus fuerzas interiores.

Sus meditaciones se ofrecen libremente cinco veces al año, donde ella guía la reconexión con nuestros vientres y raíces, con nuestros ciclos y poderes espirituales femeninos a través de las meditaciones curativas con la Luna.

Tal como la socióloga estadounidense Brené Brown presenta en sus charlas TED y sus libros, nuestra vida es en realidad un viaje interminable y recurrente para lidiar con nuestra vergüenza —de ser demasiado o demasiado poco, etc.— hacia el coraje de mostrarnos como somos.

Por supuesto, ella no sólo habla de las mujeres. Ha investigado el común fenómeno humano de la vergüenza y, a través de su trabajo, ha descubierto el poder de la vulnerabilidad y cómo es necesario para vivir una exisetncia feliz y sincera.

También destaca la importancia que tiene en nuestro proceso de curación el reconocimiento de los dones de nuestra imperfección, de nuestro sufrimiento y de las horas más oscuras: «Poseer nuestra historia puede ser difícil, pero no tan difícil como pasar nuestra vida huyendo de ella. Abrazar nuestras vulnerabilidades es arriesgado, pero no tan peligroso como renunciar al amor, la pertenencia y la alegría las experiencias que nos hacen más vulnerables. Sólo cuando seamos suficientemente valientes como para explorar la oscuridad descubriremos el infinito poder de nuestra luz.»

Creamos o no en una diosa, es cierto que los poderes femeninos nos llaman desde nuestras profundidades, y permitir que nuestra mujer sabia se manifieste puede abrirnos el camino a una vida nueva y más rica.

Atrevernos a escuchar nuestros susurros internos, arriesgarnos a salir de nuestra zona de confort puede mostrarnos aquello que necesitamos.

«Sal al bosque, sal. Si no sales al bosque nada sucederá y tu vida no empezará nunca», dice Estés.

Salgamos y empecemos a correr con los lobos. Intentémoslo.

Anna Sólyom, facilitadora de cambios vitales

www.listentoyourself.org

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