La microbiota nasal y la salud

Las fosas nasales albergan un complejo ecosistema de microorganismos que juega un papel destacado en la prevención de todo tipo de enfermedades respiratorias: la denominada «microbiota nasal». Bastante menos conocida que la intestinal, los últimos estudios alertan de la importancia de mantener su equilibrio para conseguir un buen estado de salud general. En este artículo el doctor Pros incluye también sus hallazgos sobre la «sinusitis silenciosa».

Textos: Dr. Miquel Pros Casas (médico naturista).

Microbiota en todo nuestro cuerpo

En el cuerpo humano, el intestino no es el único órgano que alberga miles de millones de microorganismos. Existen otras comunidades de bacterias en las diferentes vías que sirven de conexión entre el interior y el exterior: la boca, la piel, la vagina, el ano y la nariz.

Respirar por la nariz y no por la boca es fundamental para la salud y está ampliamente conocido y demostrado. Pero en cada respiración las fosas nasales reciben un número muy importante de bacterias, virus y gérmenes potencialmente patógenos que pueden terminar infectando todo el organismo.

Por eso no deja de ser curioso que todo el mundo procure mantener una buena higiene bucal y no ocurra lo mismo con la nariz, que es la primera línea de defensa del aparato respiratorio. Por eso ha de contar con unas barreras eficaces. De ahí que la acción combinada de mucus (moco, literalmente) y de cilios vibrátiles(esos finos filamentos) sea fundamental para filtrar el aire, atrapar a esos posibles agentes nocivos y expulsarlos antes de que puedan adentrarse en el cuerpo.

En la nariz

La microbiota nasal se aloja a lo largo de las vías aéreas superiores (nariz, garganta y faringe) y juega un papel determinante en la salud en general al participar activamente en el correcto funcionamiento de las vías respiratorias. Sin embargo, así como la flora intestinal es objeto de un gran número de investigaciones, el interés de la comunidad científica por la microbiota nasal es reciente y todavía bastante minoritario.

Se necesitan más investigaciones para desentrañar todos los pormenores de este ecosistema. Sin embargo, ya no hay duda de que la microbiota nasal interactúa con el sistema inmunitario y determina nuestra sensibilidad frente a posibles infecciones.

Desde que éramos bebés

¿Cómo surge ese ecosistema? Pues apenas unos minutos después de haber nacido, una flora microbiana ya ha colonizado las vías respiratorias del bebé. De este modo, la nariz empieza a acoger una mezcla de microorganismos que no dejará de crecer durante los primeros meses de vida. Esta etapa inicial es clave para la implantación de diversas especies microbianas, destacando por aplastante mayoría las bacterias (sobre todo actinobacterias, endobacterias y proteobacterias).

La composición de la microbiota nasal fluctúa dependiendo de diversos factores, como por ejemplo la forma de nacer (por cesárea o parto natural), el clima y la estación en la que tiene lugar el nacimiento, la alimentación, la toma de antibióticos o haber sufrido enfermedades respiratorias en los primeros meses de vida. Y, según sea la composición a las seis semanas, el bebé será más o menos vulnerable a sufrir infecciones respiratorias a lo largo de toda su vida. Es un asunto importante.

Todo se debe a que ciertas bacterias «buenas» ejercen un papel protector, mientras que otras son susceptibles de causar procesos inflamatorios o de facilitar enfermedades agudas, como las otitis y los catarros. Un grupo de investigadores finlandeses analizó los datos de 839 neonatos a los que realizaron un seguimiento desde su nacimiento hasta que cumplieron los 2 años, y comprobaron que la presencia dominante de bacterias potencialmente patógenas como la Moraxella o el Streptococcus está asociada a un mayor riesgo de infecciones. Otro estudio determinó que las infecciones respiratorias duran más cuando la microbiota nasal está dominada por alguna de esas bacterias.

Esto es así porque, solo cuando en el ecosistema nasal hay una mayor presencia de bacterias buenas, estas impiden el asentamiento y posterior desarrollo de patógenos. También se ha confirmado que algunas de dichas bacterias beneficiosas son capaces de preservar la integridad de la mucosa de la nariz y de estimular el desarrollo del sistema inmunitario local.

Asma y rinitis alérgicas

Una microbiota nasal desequilibrada en los primeros meses de vida está ligada al desarrollo de un problema de rinitis alérgica precoz. Y es un factor de riesgo para que más adelante se sufra asma o trastornos bronquiales.

Se conoce la importancia de la flora nasal en la aparición de asma y, más recientemente, se ha observado que la microbiota pulmonar (ver recuadro) también es clave: se han constatado diferencias significativas en su composición, dependiendo de si pertenece a personas asmáticas o no. Se incluye también la flora nasal como factor de riesgo en el desarrollo y la gravedad del asma.

Estos resultados corroboran los obtenidos por otros estudios centrados en la evolución y el desequilibrio de la microbiota nasal entre los asmáticos. Puede que aún no se haya determinado categóricamente si esos cambios son la causa o una consecuencia del asma, pero de lo que no hay duda es que existe relación entre ambos hechos. De ello se desprende que aportar bacterias buenas al intestino (por ejemplo, por medio de probióticos) permite limitar la gravedad de las crisis e incluso controlar la enfermedad.

Pulmones con su propia microbiota

Los órganos que componen las vías respiratorias (nariz, boca, garganta, pulmones y bronquios) están conectados entre sí, pero cada uno cuenta con su propia flora microbiana. La densidad y composición de esas diferentes poblaciones de microorganismos varía en función de su localización, si bien todas están interconectadas –y probablemente en interacción– con la intestinal.

La existencia de ese eje intestinos/pulmones, confirmada hace relativamente poco tiempo, fue toda una sorpresa para la comunidad científica. Y es que desde los tiempos del bacteriólogo Luis Pasteur (finales del siglo XIX) se creía que los pulmones eran estériles y, por tanto, que la presencia de cualquier virus o bacteria en su interior era señal de enfermedad.

Afortunadamente, este dogma cayó por su propio peso cuando hace años se descubrió que los pulmones de una persona sana albergan una pequeña cantidad de microorganismos que, en realidad, no están en el origen de las infecciones. Todo lo contrario: participan en la regulación y la propia fisiología del sistema respiratorio.

Un huésped indeseado en la nariz

La microbiota nasal contiene bacterias potencialmente nocivas como el Staphylococcus aureus. Este bacilo coloniza la nariz de una de cada dos personas y, en caso de infección, es multirresistente a los antibióticos. En medicina natural los evitaremos eligiendo una correcta higiene con tratamientos naturales y control de la mucosidad. En otras palabras, es muy común, pero también inofensivo en la mayor parte de casos.

Sin embargo, se ha descubierto que la presencia de determinadas bacterias en la nariz está relacionada con una menor incidencia de ese estafilococo. Una de ellas, el Staphylococcus lugdunensis, produce lugdunina, una enzima antibiótica natural capaz de expulsarlo.

La presencia de Staphylococcus aureus puede suponer un riesgo de infecciones graves, pero siempre que el sistema inmunitario funcione correctamente –y la integridad de la mucosa nasal no esté rota– no implicará ninguna enfermedad.

Todo esto permite comprender la dura competencia que existe entre las bacterias de cualquier flora para arraigarse y desarrollarse en un espacio tan limitado, lo que inevitablemente conduce a una selección natural y a la eliminación de las más vulnerables. Por eso es fácil imaginar que la toma de probióticos que contengan bacterias protectoras, capaces de inhibir el desarrollo del Staphylococcus aureus, va a ayudar a prevenir una posible infección.

En caso de sinusitis

Entender la composición de la microbiota nasal es clave para comprender por qué, por ejemplo, en un mismo hogar algunas personas enferman de gripe (infección causada por un virus influenza, muy contagioso), mientras que otras parecen estar inmunizadas. La razón podría estar, según algunos estudios, en la presencia de determinadas comunidades de bacterias nasales asociadas con un menor riesgo de infección.

Otro estudio ha comparado la flora nasal de personas sanas con la de aquellas que padecen sinusitis crónica, una enfermedad difícil de tratar. Los investigadores se interesaron por una bacteria en concreto, la Lactobacillus casei, que es casi 3 veces más abundante en las personas sanas pero que en el 40% de los enfermos de sinusitis crónica está totalmente ausente.

Pues bien, descubrieron que la cepa AMBR2 de Lactobacillus casei parece tener la capacidad de inhibir la inflamación y el crecimiento de algunos agentes patógenos y, además, tiene la particularidad de que puede adherirse a la mucosa nasal por medio de pequeñas espigas denominadas fimbrias.

No es de extrañar, en resumen, el extraordinario auge que están cobrando los probióticos en estos momentos. Ya existe un probiótico en forma de aerosol a base de Lactobacillus casei que se está probando con éxito en caso de sinusitis: dos semanas después de inocularla a través de la nariz, esta bacteria beneficiosa había colonizado la flora nasal.

«Sinusitis silenciosa»

Desde hace más de cuatro décadas, el número de personas aquejadas de trastornos respiratorios y del oído aumenta sin cesar. Enfermedades como resfriados, bronquitis, asma, anosmia, bronquiectasias, otitis, migrañas, acúfenos, anginas de repetición, conjuntivitis, afonía, mastoiditis, gripe, pérdida de audición, pulmonía, bronquiolitis y gastroenteritis en los bebés… son cada día más frecuentes hasta el punto que hoy casi la mitad de las personas que acuden a mi consulta padecen alguna de ellas.

Viendo cómo su número aumentaba día a día empecé a investigar y hoy puedo decir que, en mi opinión, muchas de las enfermedades respiratorias y del oído que nos aquejan tienen su origen en lo que denomino una «sinusitis silenciosa», todas ellas con un trasfondo común: la mala salud de las mucosas respiratorias que tiene como consecuencia que se acumulen de forma persistente las mucosidades en el árbol respiratorio, en especial en sus vías altas.

¿Qué es la sinusitis silenciosa?

La sinusitis silenciosa es una acumulación excesiva, persistente e ignorada, a veces durante meses e incluso años, de mucosidades en los senos paranasales, muy a menudo asintomática, que puede ir acompañada o no de la inflamación de la mucosa. Suelo explicar a mis pacientes que provoca una especie de estreñimiento, pero de tipo mental, porque se da en la cabeza.

Una sinusitis silenciosa es una sinusitis cronificada que suele pasar desapercibida a la propia persona afectada y, en la mayoría de los casos también a su médico y que, al quedar desatendida, acaba derivando hacia una nebulosa de síntomas diversos que pocos médicos relacionan con las vías respiratorias.

A causa de ello el paciente suele iniciar una espiral de visitas a diferentes especialistas, de realización de múltiples pruebas diagnósticas y de toma de medicamentos de todo tipo llegando incluso, en casos extremos, a ser derivado al psiquiatra por considerar que sus síntomas son «imaginarios». El estado de estas personas va empeorando poco a poco de forma que, cuando acuden a mi consulta suelen llegar muy desanimadas y con pocas esperanzas de curarse.

Si a todo ello le añadimos que vivimos en lugares con altos índices de polución ambiental, que nos alimentamos con alimentos desnaturalizados, desvitalizados y saturados de insecticidas, hormonas y fertilizantes, que el estrés domina la vida que llevamos en el denominado «mundo civilizado», tenemos todas las condiciones para que esta bomba de relojería explote de la forma más inesperada causando una enfermedad.

Este es el largo vía crucis por el que pasan muchas personas aquejadas de enfermedades respiratorias o del oído.

Las fosas nasales –ese laberinto formado por unas 20 pequeñas cavidades intercomunicadas entre sí y forradas por la mucosa nasal que está, a su vez, recubierta de moco; un espacio intrincado, cálido, húmedo y poco ventilado– constituyen un «terreno» favorable a la proliferación de microbios, es decir, un caldero ideal para el cultivo de virus, bacterias y hongos que proliferan en ellas convirtiéndose en una especie de espada de Damocles que, en cualquier momento, coincidiendo con una bajada inmunológica puntual, puede desencadenar una enfermedad respiratoria o del oído.

Mientras tanto, este caladero de microbios en su salsa va provocando una nebulosa de síntomas dispersos y generando un malestar difuso que puede alargarse durante muchos años.

Mantener nuestras cavidades nasales limpias y fisiológicamente activas realizando una limpieza regular de las mismas en profundidad, es alejar el riesgo de infecciones respiratorias y, por ende, mejorar nuestra salud.

Señales que delatan la presencia de mucosidades acumuladas en las vías respiratorias

  • Tos persistente o estornudos frecuentes y sin causa clara.
  • Congestión nasal frecuente (mocos, rinorrea, picores…).
  • Resfriados de repetición.
  • Movimientos «de conejo» de la nariz.
  • Carraspera frecuente o sequedad o irritación de garganta (a veces sensación de una molestia permanente en la garganta, como un cuerpo extraño –más frecuente en la mujer que en el hombre).
  • Mal aliento.
  • Dolor de cabeza frecuente que no responde a ningún tratamiento.
  • Oir resonancias en la cabeza.
  • Oir pequeños clics en las mejillas.
  • Pérdida de olfato y/o del gusto.
  • Ronquidos.
  • Sordera creciente.
  • Nariz tapada a menudo.
  • Escuchar tu propia voz.
  • Síntomas oculares (picores, sequedad o legañas frecuentes).
  • Irritabilidad en aumento.
  • Falta de concentración.
  • Problemas de aprendizaje en la escuela.

Cómo reforzar la microbiota nasal

Al igual que sucede con la microbiota intestinal, hemos visto que los primeros meses de vida son determinantes en la composición de la flora bacteriana nasal. De ahí que muchas medidas que se recomiendan para preservar el equilibrio bacteriológico natural sean comunes en ambos casos. Por ejemplo:

  • Dar preferencia al parto natural, pues de este modo el bebé entra en contacto con la rica microbiota de la madre a través de la vagina.
  • Elegir la lactancia materna para enriquecer aún más esa flora gracias a las bacterias de la madre.
  • Prescindir de tratamientos con antibióticos al máximo, y en especial los primeros meses de vida.
  • Tomar probióticos. Actúan sobre todo en el equilibrio bacteriano intestinal, y algunas células inmunitarias también benefician a las vías respiratorias. La mayoría de probióticos del mercado se recomiendan a partir de los 2 años, si bien hay productos especializados en pediatría que tienen en cuenta las particularidades microbianas de los bebés.

Consejos básicos para proteger la salud de la flora nasal

  • Lavarse la nariz por dentro (ver recuadro). Esta práctica previene y trata la inflamación y las congestiones nasales.
  • Lavarse las manos con frecuencia y evitar tocarse la cara, especialmente la nariz, cuando estén sucias.
  • Ventilar la casa todos los días.
  • Evitar los ambientes contaminados todo lo posible. 
  • Practicar regularmente actividad física, mejor en exteriores y poco contaminados.

Lota: para una buena limpieza de la nariz

La lota es un utensilio de la medicina ayurvédica que se puede encontrar en farmacias o tiendas de herbodietética y permite limpiar a fondo la nariz. Los yoguis de la India lo utilizan desde hace milenios en sus ejercicios de purificación y, siguiendo estos pasos, usted también podrá conseguir una higie­ne total de sus fosas nasales:

  • Vierta en la lota una cucharadita de sal marina (también puede añadir media cucharadita de sal nigari (en tiendas bio). El nigari es sal de cloruro de magnesio, de propiedades antibacterianas y antisépticas (y sirve para convertir en tofu la leche de soja).
  • Añada agua templada y remuévalo todo bien.
  • Cuando la sal esté bien disuelta, incline la cabeza hacia un lado e introduzca el extremo de la lota en la fosa superior. De este modo el agua salada recorrerá su interior antes de salir por la fosa inferior.
  • Cambie de lado y repita la misma acción para conseguir una limpieza completa.
  • Por último, séquese las fosas nasales, para lo que debe sonarse con fuerza la nariz. Repita varias veces hasta eliminar todo rastro de humedad.

Para más información: ¡Mocos fuera!, Dr. Miquel Pros Casas. Este libro se puede encontrar en Amazon. Nueva edición en preparación.

En www.larevistaintegral.net encontraréis todas las fuentes relacionadas con las informaciones de este artículo.

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