La calidad de vida empieza por la salud, también en el autismo

La calidad de vida empieza por la salud, también en el autismo

No todo está en la cabeza

Lo primero que piensan los familiares, los profesionales y los demás integrantes de su entorno, es que los niños o adultos con trastornos del desarrollo, como el autismo, tienen un “problema en la cabeza”. Y es que muchos síntomas del autismo confunden a la mayoría de personas. Obsesiones, tics, aleteos, miradas esquivas, rituales extraños, falta de entendimiento, coeficiente intelectual límite, problemas para sociabilizar, problemas de comunicación y de lenguaje, e incapacidad de usar los objetos o juguetes de forma adecuada, aparentemente señalan como causante al cerebro.

De los niños con TEA (trastorno del espectro autista) se dice que “están desconectados” o que “viven en una burbuja”. Así lo definen los mismos padres ya que, al fin y al cabo, incluso los profesionales basan su diagnóstico en la observación del comportamiento del niño. Solo lo externo se valora o se analiza, y solo los molestos síntomas se tienen en cuenta. Este planteamiento simplista lleva a confundir a todo el mundo. Nadie le da relevancia al hecho de que estos niños muestran claros signos de alarma indicando que algo no va nada bien en su organismo: desde alteraciones digestivas significativas como vientres muy inflamados, estreñimiento pertinaz, diarreas crónicas y heces de olor nauseabundo, hasta caras demacradas extremadamente ojerosas e insomnios severos durante semanas que en algunos casos se alargan la noche entera, entre otras pistas. Cualquiera en esa situación iría al médico para ver qué sucede, pero a los niños con autismo rara vez se les hace una analítica para ver si tienen anemia, y sí, la mayoría tienen anemia y otras deficiencias.

 

El cerebro solo es la punta del iceberg

Al hacer un estudio profundo de los casos de autismo a nivel biológico, más allá de los síntomas que se valoran para el diagnóstico y las pruebas que en algunos casos confirman alteraciones cerebrales, lo que detectamos desde una amplia revisión analítica para escanear el organismo al completo es una situación que podríamos calificar de alarmante a nivel de salud global. Encontramos múltiples alteraciones que sumadas forman un tremendo enredo de síntomas y signos, indicando un estado de auténtica quiebra del funcionamiento del organismo.

Según nuestras investigaciones presentadas en la universidad de Colombia sobre el Método Katia Dolle®con un estudio de 200 casos, la gran mayoría de niños tiene muy alterados ciertos valores analíticos en diversas áreas.

Destaca la desnutrición general, y de ella sobresale la deficiencia en ciertos nutrientes vitales para el correcto desarrollo del sistema nervioso, como por ejemplo el calcio y el magnesio. La desnutrición en el autismo es equiparable a lo que le ocurre a una persona que ha vivido en la hambruna durante más de un año, en la que se ven afectados casi todos los nutrientes, vitaminas y minerales.

Esto se debe a la extrema selectividad alimentaria que tienen en algunos casos, por un lado, y por otro lado a un fallo considerable en la capacidad de absorción originado por alteraciones inmunológicas e intestinales. Nuestra investigación muestra que la mayoría de niños también se ven afectados por fatiga adrenal, un estado de agotamiento y disfunción suprarrenal que los hace muy vulnerables al estrés.

Asimismo, el impacto del alto nivel de metales pesados que llegan a acumular en sus pequeños cuerpecitos infantiles es descorazonador, con resultados analíticos de intoxicaciones severas o crónicas devastadoras. Este acúmulo de metales, lesivos para las neuronas, tiene una relación directa con un bajo coeficiente intelectual y con la imposibilidad de memorizar palabras o de expresarlas.

Además, en el 90% de los casos encontramos una disbiosis intestinal marcada, con tendencia a albergar parásitos y al sobrecrecimiento de hongos patógenos como Candida albicans, lo cual provoca que se exacerben las obsesiones, las crisis, el insomnio, el bruxismo o las estereotipias, ya que la capacidad de tolerar neurotóxicos en estos niños está muy mermada, y estos afectan indirectamente al cerebro.

Todas las alteraciones mencionadas escondidas en lo profundo del organismo repercuten en el funcionamiento neuronal agravando la condición, y se pueden constatar con un estudio analítico exhaustivo que revelará los desórdenes biológicos causantes de un pobre estado de salud.

Calidad de vida y salud van de la mano

Hay algo curioso y admirable en los niños que sufren TEA, y es que, si un adulto tuviera todas esas alteraciones biológicas que tienen ellos, probablemente se quedaría totalmente hundido, hecho polvo, pero en cambio ellos siguen con su día a día estén como estén. Aunque, eso sí, su problemática de salud global, si no se atiende adecuadamente, se cobrará un precio muy alto en cuanto a la calidad de vida.

Los adultos que tienen alteraciones parecidas, por ejemplo, una intoxicación por un metal pesado, supongamos por cadmio, se encuentran francamente mal y explican que tienen debilidad, cansancio, que han perdido la memoria, que tienen dificultades para hablar de forma fluida o que no les vienen a la cabeza las palabras, que tienen dolores y agarrotamientos musculares, que se sienten mentalmente como aturdidos… Y esto con tan solo un metal pesado, cuando los niños con TEA tienen normalmente una combinación de varios metales.

Es muy difícil meterse en la piel de los niños con TEA y comprender cómo se sienten físicamente. Sin embargo, al atender sus problemas de salud, contra pronóstico se observa una mejoría muy valiosa en la capacidad de conexión, entendimiento y socialización. Tanto su vitalidad general como sus ganas de jugar mejoran y se atenúan los síntomas autistas, lo cual significa una ganancia en calidad de vida. No es lo mismo un autismo severo o moderado, que un autismo leve. A partir de ahí, la calidad de vida que puedan tener ellos y sus familias cambia su vida totalmente. Veamos un par de ejemplos de cómo sucede esto.

 

Caso 1: Lucas de Rumanía

Niño de madre española nacido en Rumania, diagnosticado de autismo moderado a los 2 años, con otitis recidivantes e infecciones por el parásito áscaris repetitivas, así como reflujo. Al iniciar el estudio de su salud con nuestro método tiene 5 años. La parte más complicada de Lucas es que a menudo se cae al suelo por torpeza, entra en estados de fatiga en los cuales no quiere levantarse del suelo, y juega siempre tumbado.

Es difícil caminar con él durante un rato, porque también se tira al suelo, y por otro lado sale corriendo cuando lleva un tiempo en una habitación. Se muestra hiperactivo pero a ratos se queda anérgico y como agotado. Además, necesita hacer ciertos rituales repetitivos a la hora de comer o jugar. Lucas tiene una parte buena y es que es cariñoso, logra hacer algunas frases de 3 palabras, y come de todo con apetito, sin rastro de selectividad alimentaria.

En el estudio analítico para establecer los factores de su pérdida de salud y agravamiento de su condición, llamaba la atención especialmente una intoxicación por cobre, que cuando está en exceso es hepatotóxico y neurotóxico. Sus niveles de cobre libre estaban fuera de toda normalidad. Sus niveles de cadmio y níquel también se encontraban fuera de rango.

Los glóbulos blancos en sangre, que combaten las infecciones, estaban por debajo de rangos indicando un mal funcionamiento del sistema inmune, que posiblemente a su vez era el causante de las otitis recidivantes. Otros desórdenes que encontramos son las transaminasas (un marcador hepático) alteradas y una disfunción del eje hipotálamo-hipófisis suprarrenal.

Tras atender todas estas alteraciones en su salud con un plan basado en ciencia naturopática desde la perspectiva de la psiconeuroinmunoendocrinología, a los 6 meses su capacidad de entendimiento ha mejorado. Ahora es capaz de hacer muchas cosas que antes no hacía, como entender 2 indicaciones seguidas sin perderse y atender a mucha más variedad de órdenes.

También ha empezado a repetir con interés todas las palabras que se le dicen, pronunciando espontáneamente pequeñas frases con sentido e imitando muchos sonidos. Asimismo, logra contestar a preguntas con “sí” y “no”, mostrando a su vez más iniciativa de comunicación no verbal, jalando a los adultos y señalando lo que quiere.

Por otra parte, su energía está más estable, las otitis ya no las ha vuelto a tener ni tampoco el reflujo. Estos cambios han supuesto una ganancia notable en su salud y calidad de vida.

 

Caso 2: Israel de España

Israel, de padres mexicanos afincados en España, es un niño que tenía 3 años y autismo severo cuando inició el estudio y plan de salud con el Método Katia Dolle®. Antes de cumplir los tres años estuvo ingresado durante un mes por convulsiones hasta que estas se lograron controlar. La neuróloga le hizo todas las pruebas que se le pudieron hacer.

También pasó algunas otitis y padeció hasta entonces estreñimiento crónico, con un vientre muy inflamado, noches de insomnio de vez en cuando, y muy a menudo enfermaba. Además de esto dejó de crecer y hacía ya tiempo que no ganaba peso ni estatura.

Compartía también otros problemas como los que tenía Lucas, directamente no quería caminar y se tiraba al suelo, siendo él además muy selectivo con la comida, no masticaba y apenas balbuceaba un poco, pero no se le entendía nada. No tenía control de esfínteres ni autonomía.

En el estudio personalizado de su salud, destacaba la presencia de abundantes levaduras Candida albicansy el parásito Giardia lamblia a nivel intestinal. Se encontraban claramente descendidos los niveles de algunos nutrientes, como hierro, magnesio, calcio, cobre, cromo y vitamina D. Además, tenía niveles demasiado elevados de muchos metales pesados: cadmio, níquel, aluminio y arsénico. Igual que Lucas, las transaminasas hepáticas estaban fuera de rango.

Tras 6 meses de trabajo para arreglar las causas de su pérdida de salud, empieza a tener mucho más contacto visual, empieza a divertirse y ahora ríe mucho jugando con cosas que antes no hacía como puzzles, chutar el balón, o imitar a usar los juguetes adecuadamente.

En el colegio está más conectado y fija la mirada, su entendimiento ha mejorado un poquito, entiende ahora órdenes muy sencillas y ha dado un cambio espectacular a nivel motriz. Ha empezado a saltar en la cama elástica, a subirse a los columpios del parque y a ir en cochecito correpasillos para niños de un año, que antes rechazaba. Se ha iniciado en temas de autonomía como comer solo o ayudar a vestirse.

Respecto a su salud, no ha vuelto a enfermarse y su barriga ya no está hinchada. Las mejoras en su salud y calidad de vida son considerables.

 

La salud recuperada es un rayo de luz en sus vidas

La infancia es un estado maravilloso, lleno de fantasía, diversión, juego y descubrimientos. El niño sano vive la vida intensamente y es la alegría de su casa. Todos los padres desean niños sanos, ante todo. Cuando un niño con autismo, tras un plan de salud muy elaborado, meticuloso y personalizado, recupera progresivamente la salud que nunca tuvo y la alegría empieza a brotar de su corazón, se anima a explorar y comienza a disfrutar. Esto provoca en los padres una dicha difícil de comprender para aquellos que nunca perdieron nada o no tuvieron que afrontar problemas de salud graves con sus hijos.

Cualquier pequeño avance es un gran logro, que deja entrar cada vez más un rayo de luz en una vida complicada en su día a día. Toda mejoría en la autonomía, a medida que el cerebro conecta y gana habilidades, significa estar más lejos de la dependencia total en un futuro. Es una batalla que vale la pena librar porque la salud es un derecho de todos. Es necesario tener la oportunidad de sentirte bien en tu propia piel, de disfrutar de la vida a pesar de una condición, dicen, de por vida.

Más información: www.katiadolle.com

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