Fortaleciendo los huesos

Los huesos nos confieren forma y estructura y la carne y la piel se asientan sobre ellos para darnos la apariencia exterior que los demás conocen de nosotros. Protegen órganos tan sensibles como el cerebro, el corazón o los pulmones. Componen, vértebra a vértebra, la firme y flexible columna. Sin los huesos no seríamos como somos.

Texto original del Dr. Daniel Bonet (médico y cofundador de Integral).

Con inusitada delicadeza, se engarzan entre sí formando las articulaciones que permiten –con la ayuda de los músculos que en ellos se insertan– los incontables movimientos de nuestra vida diaria: asir algo con la mano, caminar, girar la cabeza…

El cuerpo humano se compone de 206 huesos. Su tamaño oscila entre los diminutos huesecillos del oído medio y el fémur, que mide 50 cm en un hombre de 1,80 m. El esqueleto pesa unos 17 kg en un adulto medio y se compone de huesos de diferentes formas y medidas. Tienen dos formas principales: plana (como los huesos del cráneo y las vértebras) o alargada (como los de brazos y piernas).

La parte externa está compuesta de proteínas, como el colágeno, y de una sustancia llamada hidroxiapatita, constituida por calcio y otros minerales, que le da al hueso su resistencia. Alojada en el centro del hueso está la médula, una sustancia blanda que contiene células especializadas en la producción de células sanguíneas.

UN TEJIDO VIVO

Los huesos son la parte más sólida y fuerte de nuestra estructura corporal. Pero su dureza no significa que se trate de materia inerte, sin vida. Todo lo contrario: sólo debemos fijarnos en los procesos que tienen lugar en su estructura biológica.

El tejido óseo, formado por células sumergidas en una abundante sustancia intercelular –consistente por estar calcificada–, es un tejido vivo: en él tienen lugar los procesos típicos de la materia viviente: básicamente la absorción de nutrientes básicos y la eliminación de sustancias de desecho. Aunque las células óseas están empotradas (por decirlo de alguna manera) en una sustancia calcificada, consumen oxígeno. El hueso es muy rico en capilares sanguíneos y la sustancia intercelular está recorrida en todas direcciones por conductos minúsculos (del calibre de milésimas de milímetro) que se extienden de una célula a otra y de éstas a la superficie del hueso. De este modo, primero a través de los capilares y después mediante estos minúsculos conductos, las células óseas realizan sus funciones.

ALTERACIONES ÓSEAS

La osteoporosis hace que los huesos se vuelvan más frágiles al disminuir la densidad de la masa ósea (DMO), quizá el problema más extendido, sobre todo entre las mujeres, pues cada año se producen en nuestro país 33.000 casos de fracturas de cadera en relación con la osteoporosis.

Esta enfermedad sucede cuando el organismo no es capaz de regular el contenido mineral de los huesos y éstos se vuelven más frágiles y propensos a las fracturas. Los dos tipos de osteoporosis más frecuentes son la postmenopáusica por falta de estrógenos (las hormonas que ayudan a regular el aporte de calcio a los huesos) y la senil (un desequilibrio, debido a la edad, entre la degradación y regeneración óseas). La osteoporosis se puede diagnosticar antes de que se produzca una fractura mediante pruebas que miden la densidad de los huesos (densitometría).

Otra alteración frecuente, sobre todo en edades avanzadas, es la artrosis. Se trata de un trastorno crónico de las articulaciones, caracterizado por la degeneración del cartílago y del hueso adyacente, que puede presentar dolor y rigidez. Puede afectar a la columna vertebral (cervical y lumbar), las manos, los pies, las caderas y las rodillas.

Las alteraciones de las articulaciones y sus componentes (músculos, huesos, cartílago y tendones) se consideran enfermedades del tejido conjuntivo. Las más frecuentes son las artritis, una inflamación de las articulaciones que puede obedecer a diversas causas (autoinmunitaria, psoriásica, gotosa, infecciosa…).

Por qué la salud ósea depende en buena parte de nosotros mismos

El hueso debe ser considerado una estructura viva que continuamente se está remodelando mediante la formación de nuevo tejido y eliminación del antiguo. Cada semana reciclamos más del 7% de la masa ósea. Normalmente debería haber un equilibrio entre la destrucción y reconstrucción ósea. Pero esta necesaria remodelación puede afectarse, para bien o para mal, según las características de nuestra alimentación y modo de vida.

El estrés, el embarazo, el tabaco o el alcohol, por ejemplo, pueden ser factores negativos que reduzcan la densidad del hueso, mientras que el ejercicio físico, siempre suave y adaptado a cada situación personal, suele ser muy positivo.

Cómo prevenir la pérdida ósea

Un estilo de vida saludable y algunos cambios saludables en la dieta ayudan a mantener los huesos en buenas condiciones y a evitar la osteoporosis.

  • Seguir una dieta con abundancia de cereales integrales, hortalizas, legumbres, fruta de temporada y frutos secos.
  • No conviene abusar de alimentos ricos en proteínas, pues un consumo excesivo puede acelerar la pérdida ósea. Las proteínas son ricas en nitrógeno y fósforo y para compensarlo el organismo tiende a extraer calcio del hueso.
    Es preferible mantener una ingesta proteica no superior a 100 g/día.
  • Aumentar el consumo de productos a base de soja. La soja contiene fitoestrógenos, sustancias que ejercen un efecto muy positivo sobre la calcitonina en el metabolismo del calcio, lo cual protege frente a afecciones óseas como la osteoporosis.
  • Restringir la ingesta de bebidas alcohólicas, cafeína y azúcar, ya que contribuyen a eliminar calcio del organismo.
  • No beber regularmente bebidas gaseosas o de cola. Además de su elevado contenido en azúcar, suelen contener fosfatos que tienden a «robar» calcio a los huesos.
  • Practicar ejercicio regular y moderado -adaptado a cada edad- es positivo para los huesos. Dinamiza músculos y esqueleto, activa el sistema cardiovascular y aumenta la oxigenación (también a nivel óseo). Las mujeres que han practicado deporte en su juventud tienen un riesgo menor de sufrir osteoporosis.
  • Hay que evitar los movimientos bruscos, las cargas excesivas y posturas inadecuadas.

IMPORTANCIA DEL CALCIO

Basta con recordar que el 99% del calcio corporal se halla en los huesos para entender la importancia de este mineral en todas las etapas de la vida. A fin de lograr una adecuada concentración de calcio en la sangre, hay dos mecanismos principales: el paso de calcio del hueso (resorción) a la sangre y de ésta al hueso.

Durante la infancia se requieren altas ingestas de calcio para incrementar la masa ósea y posibilitar el crecimiento. En la edad adulta también se precisan ingestas adecuadas para mantener esa masa y prevenir su disminución a edades más avanzadas.

La remodelación del hueso depende en buena parte de ciertas hormonas, especialmente la hormona paratiroidea (secretada por la glándula paratiroidea) y la calcitonina (secretada por el tiroides). La vitamina D, por su parte, estimula la absorción de calcio a través de los huesos.

Junto con el calcio, el fósforo es un elemento esencial para la mineralización del hueso. Pero cuando la dieta es baja en calcio y alta en fósforo, lo que resulta bastante frecuente en la actualidad, se estimula la secreción de la hormona paratiroidea que incrementa la resorción o pérdida ósea para recuperar los niveles sanguíneos. Por eso es fundamental un correcto equilibrio entre calcio/fósforo, que debería ser una relación igual o superior a uno.

Hay que tener en cuenta que los aditivos alimentarios suponen hasta un 30% del aporte de fósforo de la dieta debido al actual aumento del consumo de alimentos procesados industrialmente. También pueden contener altas cantidades de fósforo las bebidas carbonatadas y a base de cola.

Las principales fuentes de calcio son los productos lácteos, los cereales integrales, las frutas y los vegetales de hoja verde. Sin embargo, diversos estudios indican que las mujeres que beben cantidades elevadas de leche no presentan un riesgo de fracturas más bajo si se compara con las que ingieren menor cantidad. Por el contrario, las fuentes vegetales de calcio parecen incidir en la reducción de este riesgo.

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