El camino del despertar

La iluminación espiritual no se consigue persiguiendo una meta, sino abriendo puertas a la luz que cada cual alberga en su interior.


«Si crees que estás iluminado, pasa una semana con tu familia.»

(Ram Dass)

 

En el estado de iluminación, los vértices de la realidad se redondean y el “Yo”, nuestro filtro regular e inconsciente, desaparece. La conciencia deja entonces la encorsetada percepción a la que está acostumbrada, así como el río se sale de su cauce en las crecidas.

Más allá de la momentánea y total comprensión del mundo, del universo y de todo —tal como el escritor británico Douglas Adams lo resume en su best-seller: El autoestopista galáctico— la “iluminación” apunta al estado espiritual más elevado, no sólo en las religiones de origen asiático, sino también en las culturas chamánicas tribales y en el cristianismo, el judaísmo y el islam, aunque en la cultura occidental aparece bajo un enfoque completamente diferente.

 

De Oriente a Occidente

No fue hasta el siglo XIX que Occidente empezó a descubrir la filosofía de los Vedas, los Upanishads y otros libros sagrados de la India, así como los textos sagrados budistas.

El primer orientalista que tradujo del sánscrito e introdujo este término, ahora extensamente conocido, fue Max Müller (1823-1900), un erudito alemán en estudios orientales e indios y religiones comparadas. Mientras residía en Oxford, editó la serie de 50 volúmenes: Los libros sagrados de Oriente.

La Iluminación, una palabra dada por Müller para definir conceptos del despertar espiritual en Oriente, se utiliza desde entonces para referirse a ideas similares en diferentes tradiciones orientales:

En primer lugar, se refiere a la expresión budista Bodhi = despertar. Señala el estado de “pleno despertar” de la mente en la Budeidad, la «visión súbita de la verdad trascendental» del Buda, su despertar del mundo de las ilusiones a su verdadero ser alcanzando el estado de Nirvana —el objetivo final del Budismo: el estado sin sufrimiento ni deseo, liberado de la rueda del renacimiento.

En la tradición zen japonesa, kenshō es la percepción inicial o despertar a la verdadera naturaleza de las cosas —al ver su esencia—, y satori, que significa comprensión y entendimiento, se refiere a la experiencia del kenshō.

 

Tradición hindú

En el hinduismo, moksha —liberación— y mukti —liberado— son las expresiones que se refieren a la separación final del alma o conciencia del ciclo de la muerte y el renacimiento.

La noción también es ampliamente conocida en la tradición hinduista del Advaita Vedanta, que podemos resumir como enseñanza de la no-dualidad: el mundo real está compuesto de un único ser, más allá de la dualidad, y todo lo que podemos ver o experimentar es un reflejo de esta conciencia en los millones de espejos de la existencia.

De esta antigua tradición nació el movimiento Neo-Vedanta, cuya enseñanza es adquirir el samadhi —la liberación—; así es la interpretación de la herencia del Advaita Vedanta por Svami Vivekananda (1863-1902), divulgador de la filosofía Vedanta moderna.

El movimiento Neo-Advaita es popular y conocido en Occidente gracias a las enseñanzas de Sri Ramana Maharshi (1879-1950) y sus discípulos. Ambas tradiciones se enfocan en dejar que el ego se vaya o muera, y adquirir así la sabiduría de la vida al reconocer nuestro verdadero ser.

John Kabat-Zinn, Ramana Maharshi, J.Krishnamurti

Mindfulness

A estas tradiciones místicas y trascendentales podemos sumar las técnicas de reducción del estrés como el mindfulness desarrollado por John Kabat-Zinn, profesor estadounidense de medicina.

Si nos aproximamos a la comprensión occidental de la iluminación, en el cristianismo los términos más cercanos son revelación —refiriéndose a la adquisición de la verdad universal o sabiduría/conocimiento a través de la comunicación con una deidad o entidades sobrenaturales— y metanoia —cambio o conversión espiritual.

Esta idea también puede encontrarse en el resto de religiones del mundo, sobre todo en los enfoques místicos: en el judaísmo con las enseñanzas de la Kabbalah; y en el Islam, el Sufismo nos guía hacia la iluminación a través del encuentro con Dios.

En la cultura occidental, el despertar o la iluminación se utilizan comúnmente en su contexto budista.

 

El camino del despertar

Más allá de la traducción de los libros sagrados de las tradiciones orientales, dos intelectuales extraordinarios desempeñaron un papel fundamental en la introducción de las prácticas orientales en Occidente: uno de ellos fue Alan Watts (1915-1973), un filósofo británico que descubrió el budismo zen a una edad temprana gracias a su padre e inició su formación en Nueva York en 1935.

Además de sus estudios budistas y teológicos, Watts también participó en diferentes experimentos con drogas psicodélicas, que fueron muy populares en EE.UU. desde mediados de los años 50 y hasta los inicios de la década de 1970. El despertar espiritual de Occidente coincidió con el desarrollo de las llamadas drogas psicodélicas, que a veces pueden impulsar el reconocimiento y práctica espiritual.

Fue en este período cuando el orientalismo comenzó a ser ampliamente reconocido y popular: el nacimiento del new age llevó a aceptar y probar todo lo extraordinario, todo lo que pudiera ampliar la actual estructura de la mente y traer la paz, tratando de escapar de la desagradable realidad de la guerra fría.

El budismo, el hinduismo, el chamanismo y otras aproximaciones místicas a los secretos de la vida llegaron a ser abrumadoramente populares, y los nuevos profetas, escudados en sus experiencias trascendentales, construyeron el camino de distintas prácticas que podían conducir a la iluminación.

 

Hermann Hesse

Otra figura que influyó poderosamente con su trabajo fue el escritor alemán Hermann Hesse (1877-1962) con su libro icónico Siddhartha, escrito en 1922. Esta obra alcanzó una increíble popularidad e influencia durante los años 60, cuando por fin se publicaría en inglés.

La novela de Hesse explica, de forma simple y lírica, la vida del joven Siddhartha. Narra su viaje de autodescubrimiento en la era del propio Buda Gautama —a quien también llamaron Siddhartha antes de convertirse en Buda, el iluminado. Las peripecias del protagonista tienen un gran parecido con la vida del Buda: Siddhartha es un joven indio de noble cuna, un buscador que nunca se siente en paz ni satisfecho con su existencia, así que inicia una búsqueda del significado de la vida, para finalmente sentirse dichoso en su alma.

Hermann Hesse, Ram Dass

Siddhartha sigue el mismo camino que hizo el Buda —uniéndose primero al asceta Samanas y luego aprendiendo a meditar— hasta encontrarse con el Buda real. Pero ni sus enseñanzas pueden satisfacer a Siddhartha, quien elige experimentar en el mundo material y aprender las alegrías de la vida física.

Después de muchos años, harto de sus experiencias y aún insatisfecho, conoce a un hombre sencillo en el que finalmente reconoce la sabiduría y la paz que ha estado buscando a lo largo de su vida. Este barquero le aconseja que se siente al lado del río, del cual él mismo lo ha aprendido todo.

Tras pasar años junto al barquero contemplando el río, Siddhartha se convierte en un hombre sabio, lleno de paz, y finalmente experimenta la iluminación.

Abrir puertas a la sabiduría oriental, construyendo puentes entre las culturas occidental y oriental, dio lugar al reconocimiento de las necesidades espirituales. Los experimentos de apertura mental, el redescubrimiento del chamanismo pre-cristiano, y eruditos como Joseph Campbell (1904-1987) y Mircea Eliade (1907-1986) trajeron luz a esta conexión profunda de la humanidad a través de sus estudios y descubrimientos en religión comparada y mitología.

En España, fue el psicólogo transpersonal Antonio Blay (1924-1985) quien difundió las prácticas orientales y su filosofía, publicando varios estudios sobre las diferentes tradiciones de yoga y del budismo zen entre 1965 y 1970. Experto en el yoga, la meditación y el valor del silencio, creó el Instituto Dharma – Centro de Estudios y Aplicaciones Psicológicas.

 

Una carrera a la perfección

Alcanzar la iluminación rápidamente se puso de moda y muchos occidentales viajaron a la India a la caza de un maestro. Buscar el despertar mítico, la liberación del yo y del ciclo de los renacimientos se convirtió en un deporte, en una competición estresante.

La iluminación entendida de este modo puede terminar en un camino egocéntrico, que descarta cualquier otra forma de vivir la vida, así como el derecho de los demás a hacerlo a su manera. En este punto, nos volvemos fanáticos de nuestra “nueva religión”.

Existen múltiples caminos y son muchas las prácticas que nos permiten encontrarnos con nosotros mismos, purificar nuestro cuerpo y nuestras emociones, convertirnos en alguien que es digno de ser iluminado. Aunque a la iluminación no le importa quién es o no digno de ello.

Afortunadamente, el Universo / Dios / la Vida es algo completamente diferente a una mente que emite juicios personales, que nos dice que si no purificamos nuestros hábitos nunca experimentaremos la iluminación. Pero al final, esto no tiene ninguna importancia.

Obsesionados con la iluminación, la asociamos a la perfección, a la bondad y la dignidad últimas. Actuamos como un estúpido fanático religioso estrecho de mente o un científico materialista, ya que estas ideas de perfección y de ser “elegidos” bloquean el camino del despertar, pues al seguirlas no podríamos estar más lejos de lo que realmente es la iluminación.

La lucha por la iluminación significa que estamos profundamente unidos a nosotros mismos, a nuestro ego, que queremos sentirnos por encima de nuestros hermanos y hermanas, rechazando que el despertar esté disponible para todos en este planeta.

Podemos ganar un trofeo en nuestro ilusorio juego mental, pero así no entraremos en contacto con esa realidad última en la que todo el sufrimiento, las emociones y las diferencias desaparecen para ir más allá de nuestro propio ser, reconociendo quiénes somos realmente: inequívocamente uno con cada ser existente.

 

La iluminación al descubierto

El Dalai Lama afirma: «El Buda pudo alcanzar la mente iluminada porque su propia naturaleza ya estaba allí. Esa es la razón por la cual la Budeidad —iluminación— es posible. Si no hubiera tal naturaleza o potencial, sería imposible.»

Esto significa que todos llevamos el potencial de la iluminación en nuestro interior, sin importar dónde estemos ni quiénes seamos. Es parte de la naturaleza humana. Este es el secreto al descubierto: la iluminación está disponible para cualquier persona, en cualquier lugar, en cualquier tipo de vida, y puede suceder en cualquier momento, de repente.

En realidad, sólo nos preocupamos por la iluminación mientras ésta no sucede: cuando estamos despiertos, ya no importa. Simplemente es lo que es.

El secreto está en que no se trata de algo que pueda ser alcanzado por medio del esfuerzo, la mente no puede disolverse queriéndolo: tiene que soltarse. Y tenemos que rendirnos a lo que es y lo que somos en el momento presente.

Dejar ir y rendirse es el punto de nacimiento de la aceptación, que detiene la lucha constante en la que estamos comprometidos con nosotros mismos y con la palabra. La aceptación es paz, y la mente pacífica es una mente abierta.

 

Krishnamurti

La mayoría de las veces, el amor es el elemento que falta, el cual crece al comprender. Tal como resumió el filósofo indio Jiddu Krishnamurti (1895-1986): «Cuando me entiendo a mí mismo, te entiendo a ti, y de ese entendimiento viene el amor. El amor es el factor que falta; hay una carencia del afecto, del calor en la relación; y porque nos falta ese amor, esa ternura, esa generosidad, esa misericordia en la relación, escapamos a la acción masiva que produce más confusión, más miseria. Llenamos nuestros corazones con modelos para la reforma mundial y no nos fijamos en ese factor de resolución que es el amor.»

No es nadie más que uno mismo quien tiende a bloquear y a separarse de la experiencia pura del amor absoluto y la conciencia de la vida misma, luchando contra quiénes somos en el momento presente, no permitiendo que nuestras emociones se expresen, que nuestros cuerpos se reconozcan como los amigos y compañeros imprescindibles para nuestro viaje por la vida.

 

Ram Dass

Ram Dass, un maestro espiritual estadounidense famoso por haber viajado por la India en los años 60, así como por su relación con el gurú hindú Neem Karoli Baba, señala que «el juego de la iluminación empieza exactamente donde estás en este momento, si tienes un contrato social-emocional-sexual con otro ser humano, ahí es donde comienza.»

Prácticas iluminadas

Podemos pensar que las prácticas ayudan, y ciertamente lo hacen hasta un punto donde ya no podemos forzarnos más.

Thaddeus Golas (1924-1997), autor del libro Manual de iluminación para holgazanes, explica que no hay nada que se pueda hacer para alcanzar la iluminación. Por lo tanto, podemos seguir haciendo nuestra vida cotidiana y dejar que suceda cuando haya llegado el momento. Y lo más importante, escribe: «Sea lo que sea que estés haciendo, ámate por hacerlo. Sea lo que sea que sientes, ámate por sentirlo».

Podemos apuntarnos a clases de yoga, practicar el Zen, el mindfulness, las meditaciones dinámicas que impulsan nuestros centros de energía, o participar en retiros con prácticas chamánicas psicodélicas. Cualquiera que sea la vía que nos hace sentir bien, en esa debemos perseverar. Nunca sabremos cuál es la última puerta, el momento final, el acto que hará que nuestra mente se desmorone y dé espacio a una plena conciencia universal.

 

El gran arte

Más allá del yoga y la meditación, el cultivo profundo del arte —sea intelectual o de expresión corporal— también puede barrer fronteras. Esto sería equivalente a la experiencia de fluir que el famoso psicólogo húngaro Mihaly Csikszentmihalyi describió como estar completamente absorbido en lo que uno hace, cuando pierde el sentido del espacio y del tiempo.

Sorprendentemente, también las experiencias cercanas a la muerte se experimentan a menudo como despertares espirituales, ya que facilita el encuentro con una realidad más allá de nuestras creencias cotidianas, opiniones y juicios.

Cualquiera que sea el camino que escojamos, si lo hacemos con amor y compasión será el correcto para nosotros. Y si lo único que hacemos es abrirnos para estar presentes en nuestras emociones, en nuestros sentimientos, a las personas que conocemos, estaremos tan cerca de la iluminación como Buda lo estaba sentado bajo el árbol de Bodhi —donde finalmente experimentó la iluminación.

La monja budista tibetana Pema Chödrön dijo: «Si tu práctica cotidiana es abrirte a todas tus emociones, a todas las personas que encuentras, a todas las situaciones que encuentras, sin cerrar, confiando en que puedes hacerlo, ésta te llevará hasta donde puedas llegar. Y entonces entenderás todas las enseñanzas que alguien enseñó alguna vez.»

No hay más secreto que éste.

 

Textos: Anna Sólyom (facilitadora de cambios vitales)

www.listentouourself.com

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