La médica de urgencias que receta amor y empatía a sus pacientes
La Dra. Carmen S. Alegría y la medicina del alma
La vocación es la llamada que todos llevamos dentro, es aquello que somos, aquello para lo que estamos hechos, es entonces cuando podemos dar lo mejor de nosotros mismos. Este es el caso de la Dra. Carmen Sánchez Alegría, médico de urgencias desde hace más de 30 años, convencida de que el amor es la mejor medicina. Sus pacientes la conocen como Dra. Alegría, y desde los 4 añitos lo tenía muy claro: soñaba con ser médico.
Entrevista: M.T. Palomas i Peix
Una vez terminada la carrera, pronto se dio cuenta de que lo que había estudiado en la facultad de Medicina se quedaba muy corto con respecto a su visión hacia una medicina más holística y humanista. Así pues, comenzó a viajar por todo el mundo en búsqueda de diferentes tipos de sanación. Aprendió de verdaderos maestros de diferentes culturas, desde lamas tibetanos hasta los chamanes andinos. Por otro lado, ha estudiado también PNL, Análisis Transaccional, Mindfulness, Inteligencia Emocional, entre otros. Y asimismo, ofrece cursos, conferencias y retiros.
Después de todos estos años de búsqueda, estudio y práctica, llegó a la conclusión de que la base de todas las terapias eficaces se basa en tres grandes pilares: respiración, meditación y amor. Anima a todos sus pacientes a descubrir la energía sanadora que todos llevamos dentro. Algo que es todo un reto, especialmente cuando se trata de un médico que atiende en urgencias.
No hace tanto tiempo, el médico de cabecera —se le llamaba así porqué se colocaba en la cabecera de la cama—, acudía a verte casa. Era realmente el médico de la familia, tenía una relación directa con el enfermo y su entorno. Ahora, con los consultorios médicos, este tipo de relación, salvo en algunos casos* lamentablemente casi ya no se da.
La Dra. Alegría nos habla de todo ello en su libro titulado “El amor es la mejor medicina” (Ed. Vergara), que, como ella dice, es un homenaje a sus pacientes.
—Sobre el contundente título de tu libro, explícanos, ¿a qué tipo de amor te refieres? No será al amor romántico… ¿Qué es, pues, el amor?
—El Amor es nuestra verdadera esencia. Aunque no lo parezca, somos Amor debajo de muchas capas de miedo. Hay tantos tipos de amor como seres humanos y cada uno lo expresa a su manera. Es su actitud ante la vida. Quien conecta con la esencia, se asoma al mundo desde el amor porque es su forma de conectar consigo mismo y con todo lo que le rodea. No importa hacia quién o hacia qué dirige esa energía. El amor romántico no es más que una forma concreta de manifestar ese amor, muy difícil de describir. Como diría Lope de Vega, “quien lo probó lo sabe”.
—Tus pacientes han sido tus mejores maestros, dices que de ellos has aprendido “la medicina para el alma”. Parece ser que eso no se aprende ni en los manuales médicos ni en la facultad. ¿Qué es la medicina para el alma?
—Es todo lo que realmente nos ayuda a conectar con nuestra esencia amorosa. No tiene nada que ver con los medicamentos que retiramos de la farmacia; es la que nutre, sana y fortalece nuestro mundo interior. Está a nuestra disposición a cualquier hora, sin efectos secundarios y además gratis. Incluye por supuesto el Amor, pero también la Gratitud, el Perdón, la Conexión con los demás, encontrar nuestro propósito vital, la Naturaleza, la Meditación, la Música, el Arte, la Risa…
«Escuchar a cada paciente y comprobar que, efectivamente,
detrás de cada dolor físico se esconde un pensamiento
y detrás de cada pensamiento, una emoción».
—En muchos casos, cuando acudimos a la consulta del médico, éste casi no aparta sus ojos del ordenador mientras va rellenando tus datos, y no tiene mucho tiempo para escucharte. En cambio, para ti, la escucha es esencial. ¿Podrías hablarnos de la escucha?
—Escuchar es un acto de amor. La escucha es fundamental en el proceso de sanación. De hecho, la mayoría de los pacientes, comienzan a mejorar incluso antes de recibir el tratamiento porque el sentirse escuchado ya es en sí una estupenda medicina. Está demostrado que disminuye el dolor y mejora la respuesta a los fármacos. No consiste solo en separar la vista del ordenador, el médico tiene que estar “presente”, con empatía, mirando a los ojos, sin interrumpir de forma apresurada con consejos prematuros. Como decía Patch Adams: “Escuchar al paciente es a menudo la mejor medicina que podemos ofrecer”.
—¿Cómo ha sido acogido este libro entre tus colegas? ¿Con un cierto escepticismo, o quizás, al contrario, has recibido comentarios positivos al enfoque que tú le das a la medicina?
—Los colegas de quienes he recibido comentarios más favorables son aquellos que ya han pasado por el rol de pacientes y han comprobado por sí mismos que efectivamente, el Amor es la mejor medicina.
«El verdadero concepto de sanación
va mucho más allá de un frasco de píldoras»
—Recetas mucho amor y entusiasmo, pero, también recetas medicinas. ¿Podrías hablarnos de la diferencia entre curar y sanar?
—Curar es un proceso que llega desde fuera. Implica un acto médico que se enfoca en aliviar síntomas o eliminar una patología. Sanar es algo que ocurre desde “dentro” e implica una armonía física, mental, emocional y espiritual y muchas veces no comporta la desaparición de la enfermedad.
He conocido pacientes que han sido curados de una patología y siguen incapaces de disfrutar la vida y otros que han sanado sin haber sido curados que son un ejemplo de alegría, entusiasmo y aceptación.
—El ser humano es más que un cuerpo físico, sin embargo, parece que hemos olvidado el resto: la mente, las emociones, nuestra parte espiritual. Quizás hemos avanzado mucho en tecnología y especialización médica, pero en el camino hemos ido perdiendo la esencia de nuestra humanidad ¿Dónde quedaron la empatía, la sonrisa, el abrazo cálido?
—Todas esas medicinas se han ido perdiendo con nuestro estilo de vida basado en la prisa. La medicina moderna es cada vez más eficaz, más mecanicista y más especializada. A veces, olvidamos que, tras el síntoma concreto, hay un ser humano que sufre. La ciencia ayuda a hacer diagnósticos cada vez más precisos que pueden ayudar a curar, pero son las otras medicinas las que realmente sanan.
—En tu libro hay todo un capítulo dedicado al entusiasmo. ¿Por qué es tan importante el entusiasmo?
—Vivir con entusiasmo es amar la vida. Es una fuerza interior que nos ayuda a sentirnos más sanos y más felices. Hay ya muchos estudios que relacionan el entusiasmo con el refuerzo del sistema inmune, la mejora de la salud cardiovascular y en general, con el aumento de endorfinas. En definitiva, quienes viven con entusiasmo no solo viven más años, sino que aumentan su calidad de vida.
Medita, visualiza y crea tu propia realidad
y el universo simplemente se reflejará en ti.
Amit Ray
—También nos sugieres varias meditaciones —meditación y medicina comparten la misma raíz etimológica— y nos invitas a practicar la atención plena, el agradecimiento, la empatía, el perdón y a conectar con nuestra verdadera esencia, todo ello “por prescripción facultativa”. ¿Por qué recomiendas estas prácticas?
—Si no comprobamos por nosotros mismos, la teoría no sirve para nada. Para disfrutar del baile hay que lanzarse a bailar en mitad de la pista. No quería escribir un libro repleto de datos y cifras, sino con suficientes herramientas prácticas como para acompañar a todas las personas en su propio proceso de sanación. Hay una frase de Buda que me gusta mucho: “No me creas, es sólo mi experiencia, ¡Experimenta!”
—¿Qué le dices a un paciente a la hora de afrontar una enfermedad grave o una fase terminal?
—En estos casos, hay que acercarse al paciente de puntillas. Un diagnóstico grave o un proceso terminal hacen que el alma quede al descubierto. Hay que aprender a acompañar hasta donde el enfermo quiere ser acompañado. Cada persona necesita algo diferente, algunos buscan respuestas, otros disipar sus miedos, y muchos sólo compañía. Acompañar al final de la vida es un acto de amor profundo que siempre, siempre, es una estupenda lección para el médico. Yo personalmente, les digo: “Te vas con todo mi amor, mi admiración y mi gratitud”.
—¿Cuál es la experiencia más impactante que has vivido en todos estos años y que te ha confirmado que realmente, el amor es la mejor medicina?
—No es fácil elegir un sólo caso porque cada acto médico es un encuentro directo con la energía amorosa. Recuerdo con especial cariño a Antonia, una paciente a quien conocí hace más de 30 años y que me inspiró para escribir el libro. Su vida había sido un cúmulo de experiencias traumáticas, pérdidas de seres queridos y soledad a grandes dosis. Este sufrimiento había desencadenado numerosas patologías crónicas que habían mermado sus ya mermadas ganas de vivir. Tras cumplir 80 años, se sintió amada por primera vez y esta sanadora energía fue capaz de terminar no sólo con su dolor emocional, sino de curar cada una de sus patologías físicas. Fue tal su transformación, que no la reconocí cuando acudió a la consulta tras varios meses sin aparecer por allí. Yo incluso había llegado a pensar que había muerto. Aquella experiencia me animó a buscar todas las medicinas que no había estudiado durante la carrera.
* Como el del Dr. Pau Gracia de Barcelona, al que desde aquí quiero agradecer la amorosa asistencia que le ofreció a mi madre.
El amor es la mejor medicina
El amor posee un poder curativo que trasciende lo meramente emocional y alcanza dimensiones físicas. Como expresó sabiamente Paracelso, «el mejor médico es el amor; cuando falla, ninguna medicina puede sustituirlo».
Culturas de todo el mundo han reconocido esta verdad ancestral:
«Donde hay amor, hay vida» (Mahatma Gandhi).
«El amor cura a las personas, tanto a las que lo dan como a las que lo reciben» (Karl Menninger).
Los abrazos sinceros liberan oxitocina, reducen el cortisol y fortalecen el sistema inmunológico. Una caricia afectuosa calma el dolor. La presencia de un ser querido reduce la ansiedad frente a procedimientos médicos.
La ciencia confirma lo que el corazón siempre ha sabido: las relaciones afectivas sanas alargan la vida y mejoran su calidad. El amor nos hace más resistentes ante la adversidad y acelera la recuperación.
Como dijera Hipócrates, padre de la medicina: «La curación es cuestión de tiempo, pero a veces también es cuestión de oportunidad». Y esa oportunidad, muchas veces, llega envuelta en forma de amor.