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Quizá tengas EII (Enfermedad inflamatoria intestinal). ¿Cómo tratarla? ¿Qué es? ¿Podemos hacer algo más que medicarnos?

La enfermedad inflamatoria intestinal, también conocida con el acrónimo EII, hace referencia a un grupo de enfermedades crónicas, inflamatorias y, generalmente, progresivas del aparato digestivo que pueden llegar a causar un daño permanente en el intestino. Según la patología de la que hablemos, las zonas del tracto intestinal afectadas serán diferentes, y pueden también llegar a presentar manifestaciones extraintestinales.

Textos: Blanca Herp, con informaciones de Glenn Cots, dietista (www.glenncots.com).

La EII tiene una prevalencia particularmente alta en América del Norte, Europa Central y septentrional. Engloba varias enfermedades, de las que las más comunes son la enfermedad de Crohn (EC) y la colitis ulcerosa (CU). Como todas las enfermedades autoinmunes, la EII puede pasar por períodos de inactividad con apenas síntomas (lo que conocemos como estado de remisión), alternados con brotes o periodos activos de la enfermedad, en los que sí hay síntomas.

¿Por qué aparece?

Al igual que con el resto de patologías autoinmunes, las causas aún son desconocidas. A pesar de ello, se cree que los factores desencadenantes se deben a la suma entre factores genéticos, ambientales (dieta, ejercicio físico, gestión del estrés, descanso adecuado…), contaminación ambiental y estado de la microbiota. Se ha observado que los pacientes con EII tienen un perfil de microbioma intestinal que se caracteriza por una diversidad bacteriana intestinal menor.

En los últimos años, los avances en el estudio de la microbiota intestinal favorecen grandes cambios en el conocimiento y la mejor forma de tratar la EII. Mientras tanto, vamos a ver los dos trastornos de EII más comunes, la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa.

Diferencias entre Crohn (EC) y colitis ulcerosa (CU)

La enfermedad de Crohn se puede producir en cualquier lugar de tracto gastrointestinal –desde la boca hasta el ano–, aunque suele afectar, generalmente, al íleon terminal y diversos segmentos del colon. En esta patología, la inflamación se presenta en la mucosa y en el tejido muscular y puede derivar en complicaciones como fisuras, fístulas, carencias nutricionales, abscesos, fiebre, estenosis o perforaciones intestinales.

Cuando hay enfermedad de Crohn, la sangre y la mucosidad en las heces no son tan comunes como en colitis ulcerosa, pero pueden aparecer síntomas como diarrea, náuseas, vómitos y dolor abdominal severo y continuado.

En la colitis ulcerosa, a diferencia del Crohn, la inflamación afecta al revestimiento del colon y recto, se limita a la mucosa y se suele presentar de forma más uniforme y continua.

En esta patología, suele haber más sangre y mucosidad en las heces, mientras que no vemos tantos vómitos o náuseas. El dolor suele ser intermitente y se suele experimentar junto a movimientos intestinales, aunque no es común que aparezcan fístulas, fisuras o estenosis.

¿Cuáles son los síntomas frecuentes?

Estos son síntomas más comunes en las EII: • Diarrea • Pérdida de peso • Heces con sangre • Cólicos y dolor abdominal • Anemia y cansancio • Necesidad urgente de ir al baño • Incontinencia • Fiebre.

De todas formas, también pueden cursar con manifestaciones extraintestinales que afectan a distintos órganos y partes del cuerpo, como las articulaciones, piel, hígado o huesos, entre otros.

Déficits nutricionales habituales

Teniendo en cuenta que los síntomas habituales tienen relación con la pérdida de peso y la mala absorción, es común que los pacientes con estas patologías presenten déficits nutricionales. De hecho, los déficits afectan entre el 50-70% a pacientes con EC, mientras que en CU los casos se sitúan entre el 18- 62%.
Esto puede deberse a una reducción de la ingesta, a la malabsorción de nutrientes o a un metabolismo más acelerado, por ejemplo. Y a largo plazo esto puede suponer problemas en el crecimiento y desarrollo en niños, atrofia de las vellosidades intestinales, anemia…

Los nutrientes que suelen faltar más a menudo son, en el caso de pacientes que sigan la medicina farmacológica y alimentación convencional:

• Vitamina D. La falta de esta vitamina puede llevar a problemas óseos como osteopenia y osteoporosis.

• Hierro. Puede derivar en anemia y problemas relacionados.

• Vitamina B12. Común en casos de inflamación o extirpación del íleon terminal.

• Vitamina B9. Puede ser debido a extirpación del yeyuno, bajo aporte a través de la alimentación o toma de sulfasalazina.

• Calcio. Sobre todo en pacientes tratados con corticoides. En este caso es importante tomar vitamina D como suplemento para ayudar a la absorción.

• Otros: sodio, potasio, vitaminas liposolubles…

Por ello es importante realizar un cribado nutricional e identificar a los pacientes que puedan requerir una valoración para hacer un tratamiento nutricional adecuado.

¿Cómo se diagnostica una EII?

Para realizar el diagnóstico se utilizan distintos parámetros:

• Clínica: es decir, sintomatología, antecedentes familiares…

• Serología: para hacer un buen diagnóstico se debería incluir el hemograma completo, un cribado básico de celiaquía, niveles de hierro (para saber si hay anemia), vitamina B9 y/o B12, anticuerpos específicos (p-ANCA para CU y ASCA para EC), proteinograma y albúmina, proteína C reactiva y zinc.

• Pruebas en heces: con especial interés en la calprotectina fecal (que se utiliza como biomarcador de inflamación intestinal), un coprocultivo o cultivo de heces y presencia de sangre en las heces.

• Pruebas de imagen: radiografía, ecografía, TAC…

• Pruebas endoscópicas con biopsia: ileocolonoscopia, gastroscopia, enteroscopia, colonoscopia…

Es importante tener en cuenta que siempre es preciso realizar un diagnóstico diferencial, ya que la enfermedad se puede confundir con otras problemáticas como infecciones bacterianas, parásitos, hongos y virus. Pasa también con los síntomas, muy similares a los de otras patologías como el SII, la celiaquía o distintas enfermedades autoinmunes, por ejemplo.

Tratamiento farmacológico

Se trata de enfermedades autoinmunes y crónicas, y hasta hoy no existe un tratamiento curativo. De todas maneras, se pueden abordar de distintas formas para intentar frenar su evolución y lograr unas condiciones dignas y adecuadas para vivir con la menor molestia posible. Para tratar estas patologías se utiliza una notable variedad de tratamientos convencionales (farmacología), según la gravedad del brote (leve, moderado o grave). Entre ellos encontramos: aminosalicilatos y corticosteroides; inmunomoduladores; biológicos y cirugía.

Tratamiento dietético

Además del tratamiento alopático convencional, la alimentación es otro de los grandes aliados –o enemigos– de la EII. Algunos estudios epidemiológicos sugieren que la dieta mediterránea –la de verdad, no la que sigue gran parte de la población actualmente– o bien la basada en verdura –con mucha fibra dietética, fruta, vegetales y fuentes ricas en omega-3– se asocian a un riesgo más bajo de desarrollar EII. En cambio, las dietas ricas en procesados, aditivos, grasas de baja calidad y carne roja se asocian a un riesgo mayor de desarrollar EII.

¿Qué hacer?

En general, un paciente con EII debería basar su alimentación en:

• Vegetales • Frutas • Legumbres • Grasas saludables como omega-3 (destacado como factor protector para la aparición de brotes) • Fibra (siempre vigilando la cantidad, porque no todo el mundo la tolera) • Cereales integrales • Proteína (vegetal de calidad, como sabéis los seguidores de la revista).

Y evitar:
• Grasas de baja calidad • Refinados • Azúcar • Bajo consumo de fibra • Alcohol • Carnes procesadas.

En un estudio bastante reciente que analizó el impacto de distintas estrategias dietéticas para mantener la remisión clínica en estas dos enfermedades, se observó que las que tuvieron mayor éxito compartían, además de lo dicho, que eliminaban otros posibles alimentos problemáticos como el trigo y el gluten, la carne procesada y los procesados en general, el café y los lácteos.

Muy personal

Como siempre, cada caso es un mundo y existen muchos factores implicados en el desarrollo y aparición de brotes en este tipo de patologías. Por lo que tampoco debemos olvidar otros aspectos también muy importantes, como el ejercicio (sobre todo el de fuerza), un descanso suficiente y adecuado, niveles correctos de vitamina D, gestionar el estrés y un buen estado emocional y mantener buenas relaciones sociales.

El protocolo autoinmune (AIP) en pacientes con Crohn y colitis ulcerosa

Sabemos que hay maneras de controlar y mejorar la evolución de estas enfermedades. Sin embargo, no todo el mundo tiene buenos resultados con las propuestas a nivel convencional. Por suerte, cada vez es más común encontrar estudios relacionados con enfermedades autoinmunes y alternativas concomitantes a los tratamientos alopáticos.

Seguramente ya conocéis el protocolo autoinmune, pero ¿sabíais que el primer estudio del AIP se hizo con pacientes con enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa y que obtuvo muy buenos resultados?

A pesar de ser un estudio con pocos pacientes, los resultados son prometedores. De hecho, es un protocolo que utilizamos habitualmente en consulta y, si se sigue de forma adecuada, los síntomas siempre mejoran. En el estudio, el 75% de los pacientes logró mantenerse en remisión a partir de la sexta semana y se continuó en la fase de mantenimiento.

En el reto AIP se prescinde de los alimentos que se eliminaron en las estrategias dietéticas que tuvieron éxito en el estudio y se aplican todos los cambios necesarios para que la sintomatología mejore.

No hemos de confundir EII con SII. Mientras EII hace referencia a un ataque autoinmune, el SII es un trastorno que afecta a las contracciones musculares del intestino.

Los déficits nutricionales afectan entre el 50-70% a pacientes con EC y entre el 18-62% a pacientes con CU.

Entre las estrategias dietéticas de más éxito coincide la eliminación del trigo y otros granos, el gluten, la carne procesada y los procesados en general, el café y los lácteos.

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