Compost en casa

Gracias a la agricultura ecológica podemos obtener nuestro propio fertilizante natural para las plantas, además de reciclar muchos de los residuos que se generan en casa. Veamos cómo se hace.

Textos: Jaume Rosselló con informaciones de Pablo Vela, experto en agricultura ecológica (www.Huerteamos.com).*

El compostaje es un proceso de descomposición controlada de materia orgánica llevado a cabo por una serie de microorganismos e insectos aerobios; es decir, que necesitan oxígeno para poner en marcha su metabolismo a la vez que fabrican abono para las plantas. Gracias a su acción, el compost resultante no genera malos olores, por lo que se puede tener el compostador (el recipiente en el que se guarda) en el huerto o jardín, incluso cerca de casa, sin que cause molestias.

Un abono de calidad

Este proceso es mucho más que una forma ecológica y sostenible de aprovechar los propios residuos. Como abono de gran calidad (¡y sin malos olores!), el compost garantiza una importante reserva de nutrientes para los cultivos, además de aportarles hormonas y enzimas que favorecen su crecimiento.

Elaborarlo es muy sencillo, solo conviene tener en cuenta algunas pautas para ayudar a los organismos descomponedores a hacer su trabajo y favorecer unas condiciones ambientales óptimas.

El compost es una forma sostenible de reutilizar los residuos orgánicos de la cocina (entre un 40 y un 50% de toda la basura que se genera en casa). Usar el compost como abono 100% orgánico en el huerto permite aportar a las plantas todos los nutrientes que necesitan, evitando el uso de fertilizantes químicos y de pesticidas y, a la vez, ahorrando agua de riego. Es una de las formas más ecológicas de optimizar el huerto y la salud de los cultivos.

¿Qué organismos realizan el compostaje?

Los principales organismos que contribuyen a la descomposición de los residuos orgánicos son bacterias, algas, hongos y protozoos microscópicos. Para que hagan bien su trabajo es importante favorecer unas condiciones óptimas -de lo contrario en el compost proliferarán ciertos microorganismos fermentadores-.

Otros organismos descomponedores que cabe destacar son las lombrices de tierra, cuyo compost es de notable calidad,pues aparte de hormonas y enzimas contiene todos los macro y micronutrientes que necesitan las plantas (ver noticia en «El Correo del Sol»).

Poner en marcha el proceso

Para empezar lo único que se necesita es un compostador, que no es más que una caja de madera o, según del espacio del que se disponga en el jardín o el huerto, un montón de materia orgánica bien separada y definida, por ejemplo, gracias a una rejilla metálica.

Es importante que el compostador esté situado en un lugar en el que no se produzcan encharcamientos y que el material orgánico que contenga esté en permanente contacto con la tierra. En otras palabras: el compostador no debe tener base de ningún tipo. A su vez, debe estar situado en un lugar estratégico, pues lo mejor es que durante el verano se encuentre protegido del sol y que en invierno sí reciba radiación solar. Al pie de un árbol de hoja caduca, por ejemplo, sería un lugar ideal.

Como principales herramientas necesarias para su mantenimiento destacan un aireador, que bien puede ser una pala o una horca (que utilizaremos para remover el montón de compost y recogerlo cuando se quiera utilizar), y una criba o tamiz, útil para separar el compost ya listo del que todavía no lo está (que en este caso devolveremos a la pila para que continúe su proceso de descomposición).

Factores que conviene vigilar

  • Temperatura

Es importante proteger el compostador del viento y de los cambios bruscos de temperatura. Para ello lo mejor es colocarle una tapa que siempre esté cerrada, así como ubicarlo en un lugar lo más resguardado del viento posible.

Hay que tener en cuenta que durante una de las fases del proceso de compostaje, llamada termófila, la temperatura de la masa orgánica sube hasta los 70 ºC.

Gracias a eso se acaba con los posibles patógenos, como por ejemplo la Salmonella y la Escherichia coli, así como con alguna que otra semilla de maleza que podría terminar germinando. De ahí que sea tan importante mantener a temperatura constante el compostador protegiéndolo de las inclemencias del tiempo. 

  • Aireación

Como ya hemos visto, los microorganismos encargados de la descomposición del compost son aerobios. Eso hace necesario removerlo una vez a la semana para favorecer su aireación y garantizar la presencia de oxígeno. Y es que, si este elemento falta, es probable que proliferen microorganismos fermentadores y se genere mal olor.

  • Humedad

Manteniendo la regla básica de una primera capa de 20 cm de altura de materiales secos y una segunda de 10 cm de materiales orgánicos húmedos, apiladas siempre por ese orden, se consigue la humedad correcta en el montón de compost. Eso favorecerá el desarrollo de los microorganismos adecuados.

Ahora bien, el límite de altura de la pila está en 1,5 m. Eso permite un mejor trabajo de aireado, ya que se compactará menos al evitar un excesivo peso de los materiales. Asimismo, debe regar la pila cada vez que coloque una nueva capa, pues eso ayuda a mantener una humedad óptima.

Para comprobar que no haya un exceso de humedad podemos realizar la «técnica del puño». Consiste en coger un puñado de compost y apretarlo bien con la mano cerrada. Si desprende mucha agua es que hay un exceso de humedad. En ese caso es necesario airear el compost y aportar más material seco (ver recuadro).

  • Tamaño del material

Por lo general, cuanto más pequeños son los restos que se van a compostar mejor trabajarán los microorganismos descomponiendo dichos materiales. De ahí que lo ideal sea triturar todos los materiales orgánicos antes de incluirlos en la pila de compost. Y, en este mismo sentido, en el caso de querer añadir materiales leñosos lo mejor es cortarlos antes en piezas de unos 5 cm.

Una vez pasados los 6 u 8 primeros meses, podremos hacer la primera criba (que después repetiremos una vez al mes). Para realizarla se extraen los materiales que se han ido quedando más al fondo (que son los que deberían estar ya descompuestos), los pasamos por el tamiz para quedarnos solo con el compost ya listo. El resto de materiales los devolveremos a la pila.

Atención a las trituradoras de leña y material de bosque: existen máquinas que ayudan a limpiar tanta ramita suelta que podríamos acabar los recursos forestales, de modo que ¡cuidado!

¿Qué podemos compostar?

Los materiales que se pueden compostar pueden ser húmedos o secos:

  • Materiales húmedos. Restos de frutas y verduras, césped y remanentes de poda secos, cáscaras de huevo.
  • Materiales secos. Hojas y ramas secas, paja y césped secos, cartón y papel.

Conviene diferenciar bien entre los residuos que sí son compostables, los que no convendría añadir al compost y los que bajo ningún concepto habría que incluir.

Materiales compostables

  • Residuos de jardinería (hojas, ramas, frutos, hierbas y flores). De los restos de frutos, mejor evitar los cítricos, ya que el ácido que contienen perjudica a los microorganismos encargados de la descomposición de los mismos.
  • Restos de poda.
  • Estiércol de animales herbívoros.
  • Restos de comida. Pueden incluirse verduras no cocinadas, cáscaras de huevo, bolsitas de té (ecológicas), posos del café, huesos, pieles y cáscaras de frutas y verduras. Atención a las pieles de algunas frutas (como las naranjas, tratadas con químicos o con ceras), no conviene incluirlas.

Materiales que preferentemente hay que evitar

  • Productos lácteos. Favorecen la aparición de microorganismos fermentadores (y, con ello, malos olores).
  • Levaduras y grasas. Al pudrirse generan malos olores.
  • Productos con sales y aliños (cocinados). Tanto las sales como el ácido acético (vinagre) perjudican a los microorganismos descomponedores.
  • Carne y pescado (si no sois vegetarianos). Atraen a insectos y roedores.

Problemas comunes durante el compostaje

Hay varias situaciones frecuentes que indican que algo ha ido mal en el proceso. Podemos solucionar las más habituales:

  • Si la temperatura del compost no aumenta, probablemente se deba a una cantidad insuficiente de nitrógeno o a la falta de humedad y aireación. Para solucionarlo, aportaremos más materiales orgánicos húmedos y lo cubriremos todo con un plástico, lo cual ayudará a aumentar la temperatura. Además, hay que airear con frecuencia.
  • Si por el contrario nuestro compost está demasiado seco ello se deberá a un exceso de restos secos o a una aireación excesiva. En este caso, añadiremos más materiales húmedos y mojaremos la mezcla, protegiendo mejor el compostador del viento.
  • Cuando el compost tiene muy mal olor, como a podrido, la clave está en la falta de oxígeno y en el exceso de humedad, por lo que la solución en ese caso es aportar más materiales secos y airear la mezcla.
  • Una gran presencia de moscas alrededor de la pila significa que existe un exceso de humedad. La solución de nuevo pasa por airear mejor y añadir más restos secos.
  • En cambio, si los visitantes de nuestro compostador son hormigas, eso denota falta de humedad. En ese caso removeremos bien el compost para acabar con los hormigueros y regaremos bien la mezcla hasta acabar con la plaga.
  • Si hay presencia de roedores en el entorno (suele deberse al aporte de residuos no convenientes), hay que remover el compost para destruir los nidos y cubrir bien toda la pila con restos secos.

Materiales no compostables

  • Excrementos de perros y gatos. Pueden contener patógenos que luego pasarían a la cadena alimentaria.
  • Cigarrillos. Además de ser contaminantes, los filtros del cigarrillo tardan mucho tiempo en descomponerse. Por otra parte, la nicotina del tabaco es un insecticida muy potente, con lo que acabaríamos con muchos de los insectos que ayudan en el proceso de descomposición del compost.
  • Hojas de revistas, libros o periódicos. Las tintas afectan muy negativamente a los microorganismos.
  • Tejidos sintéticos y otros materiales no orgánicos como plásticos, latas o vidrios. No se descomponen.

Hacer nuestro propio abono orgánico en casa a la vez que reutilizamos nuestros propios residuos es mucho más fácil de lo que parece, si bien requiere tiempo. La solución es sencilla: paciencia y ¡a empezar cuanto antes!

Para saber más:

El huerto biológico, Claude Aubert, Los libros de Integral.

El huerto familiar ecológico, Mariano Bueno, RBA.

Tu huerto y jardín ecológicos, Quico Barranco, Océano Ámbar.

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