Cistitis, disfunciones del invierno

Texto: Patricia Restrepo, directora del Instituto Macrobiótico de España y consultora macrobiótica

La salud y enfermedad son dos manifestaciones del constante equilibrio a través del cual se expresa la vida.

La salud sería la capacidad de adaptarnos a los cambios de una manera fluida, un estado de armonización activa con nuestro medio ambiente, un modo de disfrutar de la vida misma, una forma de constante creatividad y progreso. En cambio, la enfermedad aparece cuando se altera ese equilibrio que es la salud; de modo que la definiremos como el intento del organismo de defenderse de las agresiones: agentes patógenos, condiciones ambientales o toxicidad interna.

Para comprender los mecanismos de la vida, en los que la salud es su máxima expresión, debemos considerar el cuerpo humano como un sistema de flujo controlado cibernéticamente. De manera que cuando penetran en el sistema sustancias tóxicas (microorganismos, contaminantes…) nuestro organismo reacciona activando sus mecanismos de defensa con la finalidad de restablecer el equilibrio de flujo alterado la enfermedad sería la expresión de los mecanismos de defensa. La enfermedad se va a instaurar de una forma progresiva conforme el flujo tanto de materia como de energía se vea alterado. No es una condición de aparición súbita: no pasamos de estar bien hoy a estar enfermos mañana.

La enfermedad en general se expresa en forma de eliminación y la paradoja es que enfermamos porque tenemos salud, es decir por la capacidad de eliminación del organismo. Pero a veces las toxinas a eliminar son superiores a la propia capacidad de eliminación y la enfermedad se vuelve crónica o fatal.

Las vías emuntoriales constituyen el primer mecanismos de eliminación de toxinas para mantener la salud. Los emuntorios del cuerpo son aquellos órganos, glándulas, conductos y tejidos encargados de acciones de limpieza. Primero filtran y, posteriormente, expulsan del circuito hacia el exterior del cuerpo todo aquello que puede resultar tóxico para la vida de las células. Dichos órganos, además tienen otras funciones definidas pero esta función de limpieza es excepcional.

La excreción

El primer mecanismo que tiene nuestro organismo para mantener la salud es la capacidad de eliminación de toxinas y para ello poseemos las vías emuntoriales que acabamos de explicar: a través de los intestinos eliminamos los residuos sólidos, los riñones son los encargados de eliminar los líquidos y nuestros pulmones eliminan los gases de la respiración.

De modo que cuando gozamos de buena salud, eliminamos de forma normal a través de la orina, las heces, el sudor, la actividad física, la expresión, las actitudes mentales… y las mujeres, además, a través de la menstruación, el embarazo y la lactancia. En este contexto, si tomamos la frase «El cuerpo es el templo del espíritu», llegaríamos a la conclusión de que el cuerpo es nuestro hogar y, por tanto, los mecanismos de excreción se podrían comparar con el hecho de mantener la casa limpia después de llevar al contenedor de basura todos los residuos acumulados a lo largo del día.

La inflamación

La eliminación anormal o excesiva aparece cuando comemos inadecuadamente. Al aumentar la cantidad de residuos y/o de toxinas, nuestros órganos reaccionan inflamándose y dan lugar a fiebre, tos, diarrea, exceso de orina (o carencia de ella), sudoración, temblores, estremecimientos, pesadillas, conductas anormales…

Es muy importante interpretar la inflamación como el mecanismo de reacción que tiene nuestro cuerpo para eliminar los residuos. De hecho antes de la aparición de los medicamentos, los antinflamatorios para abortar la inflamación eran los remedios populares expectorantes emolientes y purgantes, es decir, favorecedores de la expulsión de residuos. De hecho hay expresiones populares como, por ejemplo, «Mocos es salud, porque lo que sale, no se queda dentro.»

Si los excesos continúan y los riñones no son capaces de eliminar tanta carga tóxica, aparecen los problemas en la piel. Son manifestaciones comunes las manchas, pecas, lunares, verrugas, el acné, dermatitis, eccema, psoriasis…

Si no corregimos nuestros hábitos alimenticios y utilizamos antiinflamatorios de forma continuada, bloquemos la reacción del cuerpo de eliminar las toxinas a través de la piel con lo que la enfermedad pasa al siguiente estadio.

La deposición

Cuando la inflamación se mantiene y nuestra capacidad de eliminación se colapsa, entramos en una nueva etapa en la que las toxinas se depositan almacenándose en órganos cada vez más alejados de las vías de eliminación. Esta es la fase de acumulación o de deposición en la que se van a ver afectados cada vez más órganos del cuerpo.

Las primeras acumulaciones aparecen en garganta, nariz, oídos y senos nasales, descendiendo poco a poco a los bronquios y los pulmones. Cuando las toxinas se alojan en el pecho dan lugar a las bronquitis y las neumonías. Otro lugar de acumulación en las mujeres son las mamas. Aquí se depositan los excesos de grasas y proteínas, dando lugar a los fibromas…

Conforme nos hacemos mayores, pueden aparecer acumulaciones de toxinas en la vesícula biliar o en los riñones: son los temidos cálculos. Los riñones pueden estar semi obstruidos por excesos de grasa o de sal.

Los órganos sexuales son también lugares de acumulación. En los hombres principalmente la próstata y en las mujeres los ovarios, el útero, la vejiga, vagina y las trompas.

Los depósitos de toxinas como los pólipos, nódulos, fibromas, adenomas, cálculos… se denominan benignos ya que en esta etapa del desarrollo de la enfermedad, todavía no se han dañado las estructuras celulares.

Retomando la comparación de mantener nuestro hogar limpio, esta fase representaría sacar las bolsas de basura al descansillo y no llevarlas al contenedor. En el rellano de la escalera se irían almacenando más y más bolsas, creando una condición insalubre.

Las fases celulares

Si los hábitos de vida erróneos continúan, las toxinas o los excesos van a alterar todas las estructuras de la célula, desde la membrana, pasando por las mitocondrias hasta el mismo núcleo celular. En esta fase aparecen las enfermedades degenerativas que son las principales causas de muerte en los países ricos.

Hablamos de manifestaciones de esta etapa las enfermedades cardiovasculares, infecciones víricas, cirrosis, asma, lupus y todas las formas de cáncer. Los daños estructurales que aparecen en las células en esta etapa son responsables de las alteraciones metabólicas que dan lugar a las enfermedades de peor pronóstico.

La macrobiótica con una amplia visión de la salud y la enfermedad desde la comprensión energética, considera también que según la época del año, y la influencia atmosférica hay mas susceptibilidad a sufrir determinadas disfunciones de ajuste con su respectiva descarga emuntoria.

En otoño las disfunciones más frecuentes son todas las relacionadas con el aparato respiratorio y sistema pulmonar; en primavera las alergias son las protagonistas; en verano las disfunciones del sistema circulatorio son las más comunes y en invierno las afecciones renales y vesicales se llevan la palma.

Hoy le vamos a dedicar un capítulo a una molesta disfunción que tiene una estrecha relación con el invierno.

Las afecciones renales pueden estar muy relacionadas con el frío y no me refiero sólo al frío externo, que desde luego afecta en su medida, pero es justamente el frío interno como consecuencia de lo que ingerimos lo que hace vulnerable y enfría el organismo.

La cistitis por ejemplo —siempre que en medicina una palabra termine en -itis indica que existe una inflamación o una infección— también conocida como «frío en la vejiga» es una inflamación y/o infección de la vejiga de la orina que puede ser aguda o cronificarse.

La mayoría de las veces, la inflamación es causada por una infección bacteriana y se llama «infección urinaria». Una infección en la vejiga puede ser dolorosa y molesta, y puede volverse un problema de salud grave si la infección se disemina a los riñones. En la mayoría de los casos la responsable de la cistitis es una bacteria “Escherichia coli”.

Algunos de los signos y síntomas de la cistitis suelen ser:

  • Necesidad imperiosa y constante de orinar.
  • Sensación de ardor al orinar.
  • Orinar frecuentemente en pequeñas cantidades.
  • Sangre en la orina (hematuria).
  • Orina turbia y con olor fuerte.
  • Molestias pélvicas.
  • Sensación de presión en la parte inferior del abdomen.
  • Fiebre baja.

Normalmente cuando hay cistitis el tratamiento indicado es tomar antibióticos, aumentar la ingesta de agua, realizar actividad física moderada, pero la realidad es que estos tratamientos no curan la cistitis y casi siempre se vuelve recurrente si no se eliminan las verdaderas causas. Por el contrario, con la toma de antibióticos se desestabiliza la flora microbiana del cuerpo y aparecen infecciones micóticas.

Existen leyendas urbanas que nos hacen creer que las mujeres por tener una uretra más corta y más cerca del ano que los hombres entonces somos más propensas a las infecciones urinarias, pero la realidad es que ni nuestra anatomía, ni los factores aleatorios son la causa de las cistitis.

Podríamos enumerar como causas de la cistitis:

  • La ingesta de antibióticos.
  • Una bajada de defensas.
  • Una dieta inadecuada.

Desde el punto de vista de la macrobiótica una alimentación de naturaleza muy yin expansiva, especialmente en los meses fríos de otoño e invierno, así́ como todos los alimento y sustancias acidificadoras son la causa subyacente a la cistitis.

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